De devotione
En las innumerables ocasiones en las que, a lo largo de décadas, hemos coincidido con otros genealogistas se han suscitado incontables temas de conversación sobre nuestros comunes quehaceres al respecto. Al final de nuestro periodo de investigación, cuando ya estaban recreados todos los linajes (relaciones paterno/materno-filiales) sólo nos faltaban por buscar las correspondientes defunciones. Que una tarea como esta ha de hacerse al final parece obvio: en el trayecto ascendente por las ramas la mecánica es simple: una vez conocido un sujeto S1, (nacido el año AAAA) se buscan sus progenitores S2 y S3 (y abuelos, caso de citarse: S4, S5, S6 y S7), preferente su casamiento; el marco temporal será, normalmente, desde AAAA – 20 hacia atrás (hacia el pasado), hasta 20-30 años antes del bautizo de S1. Las edades de casamiento tienen un promedio en torno a la cantidad citada, aunque si no se halla, haya que estirar el lapso de investigación desde los 15 años hasta los 40 o poco más para las hembras, en función de su etapa fértil. En cualquier caso, sean las cifras que sean, la senda y el orden en que se han de mirar los libros es evidente. Para las defunciones no ocurre así: una persona puede morirse desde el mismo día de su boda por la tarde-noche, hasta 60 ó 70 años después, luego el método de búsqueda no puede ser el descrito. Además, buscar el fallecimiento de una o unas pocas personas de una determinada localidad obligaría a repetir el trabajo luego, si aparecen otras. Así pues, el método consiste en revisar todos los libros de fallecimiento de esa parroquia desde el día del casamiento más antiguo conocido hasta 90 años después del último bautizo conocido.
Pero estas disquisiciones a la mayoría de la gente no le interesan, porque no ha llegado aún a esa fase o porque no piensan llegar: para reconstruir un árbol lucido al uso basta con conocer las ramas ascendentes. De hecho, algunos nos miraban con cara rara, como si hablar de la muerte fuera casi sinónimo de necrofilia; una actitud muy humana desde ciertos puntos de vista y simple superstición desde otros (mal fario). A fuer de sinceros, en genealogía pura y dura conocer los fallecimientos no es estrictamente necesario; otra cosa es si lo que pretendes es reconstruir la historia familiar. Desde este punto de vista, la documentación generada en torno a la muerte es no solo fundamental, sino casi la única importante. Una persona al nacer es casi nada: una pequeña cápsula de información genética y, tal vez, el destino de las esperanzas de la familia. Al casar, poco más: casi nadie ha hecho nada relevante a la edad promedio de la primera procreación (las capitulaciones matrimoniales y las cartas de dote suelen ser muy escasas). Al morir, sin embargo, tiene toda su historia detrás: su aportación a la microhistoria que nos afecta es, a menudo muy, muy jugosa.
En algunos casos, viendo dónde se destinaban las mandas piadosas (explícita o implícitamente, por sus padres y abuelos), si son en lugares distintos de los de su nacimiento y casamiento, nos ha orientado hacia lugares a los que el resto de la documentación no hacía referencia; y eso sí es genealogía ascendente. Así mismo sirven para solventar la duda entre personas homónimas, averiguar abuelos desconocidos, nombres, apellidos y topónimos ilegibles en otros documentos, matrimonios distintos del de nuestra línea, etc.
Un par de ejemplos:
- Averiguación directa de un antepasado que no puede aparecer en los libros sacramentales (por fechas no disponibles y/o por no indicar procedencia de los progenitores): PEDRO DE BIELA, residente en Palazuelos; citado en el testamento de su hija CATALINA (en la misma localidad, 1590). Volveremos sobre ella más adelante.
- Averiguación indirecta, a través de la búsqueda en una población citada en las mandas, sin indicar motivo: ANA LÓPEZ . Su hija, LUCÍA DE MIGUEL LÓPEZ (B = 30/07/1623, en Villasayas, en cuya partida no constan naturaleza ni vecindad de los padres; ordena (en 1669) misas en Caltojar, donde aparecen ambos padres [La horquilla de fechas se debe a que hay dos “Ana López” posibles]
Portada de la iglesia de San Miguel Arcángel, parroquia de Caltojar (2007)
Lugar de bautismo de nuestras Anas López (1588-1595)
Los principales documentos relacionados con la muerte son las expresiones de últimas voluntades. Tanto si se hacen ante el clérigo que les atiende en el último suspiro como si se han hecho previamente ante un escribano (o ambas) nos hablan de sus herederos y otros deudos. Estos documentos pueden, confirmar lo que ya sabíamos de sus antepasados o desmentirlo. Más de una rama errónea hemos tenido que podar, porque la búsqueda por el método clásico resultó errónea y, con toda probabilidad, a alguno de los lectores les ha pasado o les pasará lo mismo. Nos pueden hablar también, directa o indirectamente, de su oficio y peripecias vitales. La parte de la que nosotros y otros muchos hemos sacado más jugo es la de su patrimonio, los elementos de su cultura material, reflejo de la de su clase social, tiempo y lugar. Los testamentos e inventarios de bienes post mortem son un inmenso campo de investigación; nosotros hemos generado hasta ahora cuatro artículos sobre el tema: tres publicados [1], [2] y [3] y uno inédito.
Comienzo del testamento de ANTONIO DEL OLMO DE MEDINA (Palazuelos, 1719)
Archivo Diocesano de Sigüenza
Finalmente, la faceta que ahora traemos a colación: las mandas pías, que nos hablan de su mentalidad y de su geografía mental, de su territorio anímico. Se las denominaba “pías” (o piadosas) para diferenciarlas de las profanas, es decir, las dirigidas a laicos con fines no religiosos; en realidad, eran piadosas consigo mismos: las mandaban por la salvación de su alma inmortal y tal y tal. El nivel de religiosidad y temor de Dios que impregnaba hasta los tuétanos a la sociedad en las edades Media y Moderna iba, literalmente, de la cuna a la tumba. En lo que podía ocurrir con la presunta alma del ocupante del oscuro lecho final, los clérigos portaban vara alta: ellos eran los intermediarios con el que otorgaba el perdón por los muchos pecados de cada quisque. Resumiendo, por mano de un experto: “La misa es el sufragio más beneficioso para las almas de los difuntos. La sociedad aceptó el valor supremo de la misa y destinó la mayor parte de los recursos económicos empleados en la muerte a contratar la celebración del mayor número posible” [fuente]. Las disposiciones in bonum animae existían desde la Alta Edad Media y han funcionado hasta el siglo XIX en diversas formas, una buena parte de ellas obligatorias, incluso en la legislación civil. Resumiendo, por mano de un literato (y, además, clérigo, por lo que sabía perfectamente de lo que hablaba):
503 | Yo vi a muchos monges en sus predicaçiones denostar al dinero e a sus tenptaçiones; en cabo, por dinero otorgan los perdones; asuelven el ayuno, ansí fazen oraçiones. |
506 | Monges, frailes, clérigos, que aman a Dios servir, si varruntan que el rrico está ya para morir, quando oyen sus dineros que comiençan a rretenir quál dellos lo levará comyençan luego a reñir. |
Exienplo de la propiedat quel dinero ha Libro de buen amor (JUAN RUIZ, Arcipreste de Hita) |
|
[Ed.: GYBBON-MONYPENY, G.B. (1988)] | |
Versión moderna, de PACO IBÁÑEZ |
En el siglo XIV puede que solo los ricos y su chicha atrajeran los carroñeros, pero en los siglos XVI-XIX, salvo unos pocos, todos tenían algo que ofrecer. Y si no le tenían, dejaban la carga de cumplir con sus mandas a sus hijos… y tal vez a sus nietos. Quitando los pocos que no testaron “por no tener de qué”, es decir, los pobres de solemnidad, muchos de nuestros ancestros ordenaron misas y otros actos litúrgicos por su alma y la de sus allegados. Nuestro antepasado a la vez más rico y más devoto mandó un total de 455 misas (DIEGO DE AYLLÓN fallecido en Atienza en 1635); era algo así como “el rico del pueblo”; los más pudientes las ordenaban por miles.
No podemos dar cifras absolutas ni relativas al respecto porque no hemos recogido las mandas hechas a los templos de sus lugares de fallecimiento (ni a su parroquia, ni a las ermitas); solamente podemos hacer constar que la cantidad de defunciones documentada es de 1.459 y la de ordenantes registrados suman solo 281. La mayoría de los no registrados se debe a la causa aludida o bien a que las partidas de defunción son tan escuetas que nada dicen sobre el asunto (en el siglo XVI y principios del XVII, fundamentalmente). Hemos especulado sobre en qué medida el tamaño de dichas mandas es un indicador de su nivel de riqueza, pero no es el momento ni el lugar de tratar sobre ello ni de resumir lo mucho que se ha escrito al respecto. Lo que nos interesa aquí y ahora es la distribución espacial de dichas mandas.
● En un primer nivel de aproximación (a escala peninsular) superpondremos los municipios de origen con la localización de los templos o entidades destinatarios de las mandas, estimando los ámbitos religiosos. Se trata del mismo mapa, simplificado, que aparece en el apartado de genogeografía:
Excluyendo Valencia y Cartagena (lugares de defunción meramente incidentales), Galicia y Vasconia (de los que no tenemos ni un solo testamento) y La Rioja, por demasiado escasos, nos quedan los sectores básicos ya determinados anteriormente; obvio. Merece la pena comentar, sin embargo, las excepciones, por si fueran significativas (entendiendo “significativas” no en sentido estadístico, para lo que harían falta muchos más datos y una selección aleatoria de lugares). Los templos fuera de ámbito son los que aparecen a continuación (según la numeración del mapa); si no aparece comentario quiere decir que no hemos encontrado ninguna explicación sociológico-histórica para ese destino, debido, con toda probabilidad, a meras circunstancias personales o familiares ignoradas:
1: Monasterio de la Santa Espina (Castromonte). Una sola manda; origen: Baraona.
2: Santuario de Nuestra Señora de la Peña de Francia (El Cabaco). Una sola manda; origen: Los Navalucillos. ¿Podría darse una explicación análoga a la del punto siguiente?
3: Monasterio de Santa María (Guadalupe): 4 mandas. Las originadas en el occidente toledano podrían considerarse “de proximidad”; la repoblación post-reconquista de esa zona, detectable incluso desde una perspectiva genética [fuente] fue más leonesa que castellana y Guadalupe es Cáceres por una decisión decimonónica, pero bien podría haber estado en una hipotética Provincia de Talavera. Más sugerente es el deseo expresado por la ya citada CATALINA BIELA, en 1590: ordena que se le den a este monasterio “dos corderos, de los mejores de sus ovejas”. Desde su villa (Palazuelos) hasta el monasterio cacereño hay casi 300 km. a vuelo de pájaro. Relacionar a una ganadera del alto llano segontino con un monasterio de Extremadura nos suena a trashumancia ¿A Vds. no?
4) Altar del Cristo (Pelahustán). Una sola manda; origen: Santa Ana de Pusa. Como Guadalupe, ni demasiado cerca, ni demasiado lejos del ámbito de los mandantes.
5) Monasterio de Santa María de Valdeiglesias. Un solo origen: Cantalojas
6) Iglesia del Buen Suceso (Madrid). Dos mandas procedentes de Villasayas. El hecho de que tuviera por anejo un hospital podría hacer pensar en algún tipo de agradecimiento, pero los mandantes no eran familia y son de generaciones distintas.
7) Ermita de La Soledad (Guadalajara). Un solo origen: Hijes. Nos consta que en su comarca (La Serranía) abundaban los arrieros, aunque solo los hayamos detectado viajando a la costa cantábrica a por escabeche y salazones, con destino principal en La Corte.
8) Calatayud: conventos de El Carmen y San Agustín. Diez mandas, procedentes de algunos núcleos sorianos próximos a la divisoria Duero/Ebro. Ya comentamos en el apartado de genogeografía los versos de MACHADO acerca de Soria como «barbacana hacia Aragón, en castellana tierra», sugiriendo que la frase es reversible. Si la frase es cierta en términos geográficos e históricos, en términos culturales también es una “barbacana hacia Castilla de la aragonesa tierra”, al menos en sus términos de aguas vertientes al Ebro. Esto es aplicable a los tres destinos siguientes. Aunque la muestra de testamentos de nuestras localidades aragonesas (todas del Obispado de Tarazona, como Calatayud) es escasa, hay que hacer notar que ninguna se dirige al norte.
9: Ermita de Santa María de la Sierra (Villarroya de la Sierra). Trece mandas, con orígenes idénticos a los del caso anterior. Templo calificado como santuario por la devoción popular, con hospital y hospedería, el favorito en territorio aragonés por parte de nuestros sorianos.
10) Calatorao: convento del Carmen y Altar del Cristo. Tres mandas con origen en Aguaviva de la Vega y Villasayas (ver comentario al nº 8).
11) El Pilar de Zaragoza: digno colofón de este apartado: patrona de Zaragoza (1642) y Aragón (1678) que, en 1747, hacía llegar su influjo hasta Villasayas (Soria) y Palazuelos (Guadalajara)… pero con un solo fiel en cada lugar.
● Aquí les mostramos algunas de las formas en las que hemos enfocado el tema a nivel local; asunto sobre el que, hay que reconocerlo, no hemos buscado bibliografía; nos tiramos a la piscina sin salvavidas. Una vez descartadas las diócesis con escasa representación (Calahorra-La Calzada, Osma, Santander, Tarazona y Palencia) aplicamos varios enfoques a las restantes: los primeros son los direccionales: origen → destino y destino ← origen; he aquí un par de ejemplos, en forma simbólica y cartográfica. Hemos elegido una población de la diócesis de Toledo (Los Navalucillos; 39 mandantes; 58 mandas; 1593-1762) y una de la de Sigüenza (Almaluez, 42 mandantes; 93 mandas; 1594-1801). Se exponen en primer lugar los mapas con la ubicación del origen y los destinos y luego sendos diagramas interpretativos, según tipo de destino y ámbitos:
Origen → Destino
En este estilo podríamos producir tantos diagramas como lugares de origen, de los cuales sólo unas decenas serían densos y significativos; pero nos van a excusar por no abordar esta tarea.
Destino ← Origen (Ámbitos de influencia)
En este caso, en vez de contemplar los aspectos vectoriales, lo haremos con los zonales: lo que en geografía económica se denomina hinterland. Su análisis completo y profundo exigiría el uso de herramientas matemáticas y gráficas de las que no disponemos: parámetros y variables en un espacio n-dimensional. Nos contentamos con mostrar las áreas de influencia en las provincias de Burgos y Palencia mediante un sencillo mapa (27 mandantes; 46 mandas; 15 destinos en 9 poblaciones); más adelante se muestra un caso concreto en otro ámbito:
Unos comentarios a vuela pluma sugeridos por mapa anterior:
- Los orígenes/destinos en distinta zona corresponden a unos pocos casos motivados por obligaciones/devociones individuales: de Arenillas de Villadiego a Castrosiero y Covanera y de Piña de Campos a Calahorra de Boedo. Coinciden, salvo en el caso del tirón de la sede del arzobispado, con tener destinos al norte de las poblaciones de origen ¿Vestigio de la dirección general de la repoblación castellana, es decir, vuelta a los orígenes?
- Curiosamente, todas las mandas que recibió la iglesia catedral de Burgos proceden del extremo norte del que era por entonces su territorio arzobispal; ninguna de localidades en la actual provincia de Burgos. En los testamentos de Liendo y Laredo (Cantabria) aparece, cuando se la cita (⅓ de los casos) la siguiente frase estandarizada: “mando a Santa María de Burgos, matriz de este Arzobispado, de donde rezebimos olio y crisma…” Esta frase se repitió constantemente, con ligerísimas variaciones, al menos entre 1591 y 1751; posteriormente, con la creación de la Diócesis de Santander (1754), se olvidaron de su matriz.
- El Pisuerga fue elegido por los políticos a partir del siglo XII como frontera entre los reinos de León y Castilla. Algunos castellanistas afirman que era una frontera artificial porque su ribera derecha había sido repoblada por castellanos, pero ¿hay alguna frontera que no sea artificial? En el relato del viaje al Yemen (La conexión eritrea) ya comentamos algo sobre el tema. En nuestro caso, la gente corriente de los siglos XVII y XVIII hicieron su repoblación. Aunque a nadie le importe, rescatemos a la gente corriente y sus idas y venidas: MANUELA ROMO GONZÁLEZ (Mª. “Roma” por feminización del apellido paterno), nacida en Naveros de Pisuerga (1681) y fallecida en Tapia de Villadiego (1751)]; JOSÉ PÉREZ ESTÉBANEZ, nacido en Herrera de Pisuerga (1702) y fallecido en Villalbilla de Villadiego (1755)] y FRANCISCO PANOJO IZARA, nacido en dicha Piña de Campos (1704) y vecino de Villadiego en 1730-1768]. A despecho de los que tiran rayas desde las curias y despachos, el Pisuerga fue cruzado tantas veces como hiciera falta
Tipos de destino
El destino de las mandas, además de territorialmente, puede estudiarse institucionalmente: según el tipo de ente religioso/institucional al que se destinaron. El resumen porcentual se puede representar como sigue (los datos brutos pueden verse en el archivo PDF al final):
Las congregaciones religiosas (conventos de órdenes y beaterios) son el destino mayoritario y lo abordaremos a renglón seguido. Los beaterios, escasos en España, apenas están representados: dos mandas a dos distintos, que pasaremos por alto. En el caso de los conventos, más que las localizaciones (en realidad, eran ubicuos) nos interesamos ahora por las órdenes monásticas que los regían (Entendemos por “convento” la congregación de frailes; los edificios podían ser llamados así o bien “monasterios”). Esta es la representación porcentual:
Como se puede apreciar, los franciscanos ganaron por goleada; su imperio en el mundo de las limosnas populares sería aún más incontestable si consideramos que los segundos clasificados, los cistercienses, deben su número casi en exclusiva a su monasterio de Santa María de Huerta, de gran influjo (puramente territorial) en su entorno. Podría argumentarse que tratándose de una orden mendicante así tenía que ser, pero también lo eran (en teoría) los dominicos y estos están a años-luz, tanto en número de conventos como en total de mandas (Me gustaría pensar de que fue justo castigo por su decisiva participación en el Malleus maleficarum y su aplicación en esta desdichada tierra). Doce conventos elegidos por nuestros mandantes estaban puestos bajo la advocación de Francesco d’Assisi, el primer ecologista. Umberto Eco, que, antes que nada, fue un estupendo semiólogo (experto en signos y significados) sabía lo que se hacía cuando eligió a dos fraticelli para ser los buenos en El nombre de la rosa; explicó el contexto mientras ellos intentaban averiguar el profundo significado de un texto.
Hemos dicho que los monasterios eran “ubicuos”, lo cual es una exageración evidente. En la Edad Moderna estaban en las poblaciones que podríamos llamar cabeceras de comarca, normalmente, las villas capitales de sus respectivas Tierras. En el siguiente croquis aparece una mixtura entre orígenes, destinos y órdenes: los conventos franciscanos ubicados en la antigua diócesis de Sigüenza (dividida en arciprestazgos, coincidentes, grosso modo, con las Comunidades de Villa y Tierra) y las localidades que a ellos destinaron mandas. Aunque no es absoluta, se percibe una dependencia bastante clara de las cabeceras medievales, matizada por la simple distancia geográfica:
● Entre los destinos de rango menor a conventos e iglesias nos vamos dedicar a un tipo de templo muy específico: las ermitas, especialmente las localizadas en despoblados. Posteriormente comentaremos el principal de los destinatarios entre los altares. Establecido como requisito para ser consideradas aquí que las ermitas no estuvieran en el ruedo de los pueblos [ver PDF al final] solo quedan dos tipos ellas: las situadas en lugares eminentes (probable cristianización de lugares sacros en culturas remotas) y las que fueran iglesias de lugares poblados. Ejemplo de las que ocupan máximos topográficos realmente sobresalientes está la situada en el Alto Rey; son tres de las 25 correspondientes a este tipo de templo.
Independientemente de su ubicación, aparece la calificación como “santuario” que algunas de ellas gozaron y gozan. Desde el punto de vista del derecho canónico y administración eclesiástica, en nada se diferencian de las ermitas strictu senso: son templos jerárquicamente menores, sin pila bautismal, colación (parroquianos) ni dezmería. Las diferencia la cantidad mucho mayor de fieles devotos (y el mayor radio de su ámbito de procedencia) y, por consiguiente, más cofradías, limosnas, riqueza y tamaño. No obstante, en el lenguaje contemporáneo, se tiende a calificar como tal a más templos de los que tal vez lo merecieran, por afán de exaltación de sus devotos y/o promotores turísticos. Algunas de ellas gozaban de la atención permanente de clérigos (no los santeros normales de los pueblos) y hospederías para atender a los peregrinos. Su prestigio las llevaba a ser elegidas a veces para la celebración de casamientos. Un buen ejemplo de ellas es La Bien Aparecida. Los santuarios y las ermitas especiales por su alto grado de devoción comarcal e incluso regional, suman en nuestro caso un total de 8.
Las ermitas en despoblados son solamente cinco, pero para nosotros tienen especial interés. A menudo concretan espacialmente la pugna entre dos o más concejos vecinos por hacerse con los despojos de la población desaparecida. También suelen llevar anejos un interesante aparato de tradiciones y leyendas que pretenden dar justificación religiosa a una apropiación económica y política: imágenes de vírgenes que aparecen, que “no quieren ir” a un sitio u otro, romerías alternativas o simultáneas (que a veces acababan a palos), estancias alterantes, etc. (En el libro sobre los despoblados hay una buena casuística). El caso paradigmático, entre los nuestros, es el de la ermita de Nuestra Señora de Herrera, actualmente en término de Los Navalmorales, pero equidistante de este y de Los Navalucillos, en una zona de fricción entre la antigua Tierra de Talavera y los Montes de la Imperial Ciudad de Toledo. Nuestros antepasados de esta última población le hicieron 16 mandas: solo el 10% del total, pero el doble que a su propia ermita (Nuestra Señora de las Saleras) y superando por amplia diferencia a otras quince instituciones de la región, incluidas reliquias medievales y los muy queridos conventos franciscanos. A nivel gráfico, ya queda reflejada su relevancia en el esquema origen → destino arriba expuesto. Las otras cuatro son: la ermita de las santas Céntola y Elena, en Siero, cabeza de su propio alfoz; la ermita de la Virgen del Castillo, en la edificación capital del alfoz de Las Hormazas; la ermita de Quintanares, entre Horna y Alcuneza, a orillas del Henares y la de Nuestra Señora del Robusto, en término de Aguilar de Anguita (no hemos encontrado bibliografía sobre este hipotético despoblado).
Hemos citado de paso las reliquias que en la Edad Moderna ya no tenían, ni mucho menos, la importancia que tuvieron en la Edad Media. Aunque todavía en 1975 se paseó y habló mucho del «brazo incorrupto de Santa Teresa», nuestros antepasados no se acordaron de reliquia alguna más que en nueve ocasiones: entre 1609 y 1625 de la “ermita y reliquia de San Vicente, en Talavera” (deducimos que se trata de la desparecida iglesia de Talavera la Vieja, dedicada a este mártir local y sus hermanas): otro ejemplo de la permeabilidad de la actual frontera extremeño-toledana en este tramo. Además, hubo, en 1731, una sola manda (y en cuarto lugar) al “altar de las reliquias de los santos cuerpos” en Medinaceli.
El altar de San Martín en la catedral de Sigüenza es el segundo ente religioso que más mandas recibió, tras el monasterio de Santa María de Huerta, si bien a este se le pueden suponer una motivación estrictamente geográfica: la proximidad a las poblaciones de origen. Al primero, sin embargo, cabe suponerle motivaciones históricas. Martín de Tours fue un santo francés (franco, para ser más precisos); Bernardo de Agén, conquistador (1124), señor jurisdiccional y primer obispo de Sigüenza tras la Reconquista también lo era; así mismo lo fue quien le había nombrado para esa dignidad: Bernardo de Sedirac, así como Cerebruno, segundo obispo de la ciudad y gran impulsor de la construcción de la catedral… ¿Es lícito atar cabos? Yo pienso que sí.
Detalle de la fachada oeste de la catedral de Sigüenza (2001)
El altar actual a él dedicado está en un lugar no muy importante: el último del lado del evangelio, pero esto es así desde que fue expulsado (1668) de un sitio más preeminente: el trascoro. La devoción a dicho santo acabó siendo de las más populares en España, después de las marianas y en nuestro caso implica mandas testamentarias a lo largo tres siglos (1590-1849); hay testimonios de que dicha devoción se ha mantenido hasta el siglo pasado. De las 51 mandas en total, 29 lo nombran en primer lugar (como en el caso del testamento mostrado más arriba). Su ámbito de influencia, en lo que a nosotros afecta, cubría 34 poblaciones:
No percibimos una pauta territorial clara, lo que coadyuva a plantear el aspecto meramente devocional como factor decisorio. Las poblaciones sin mandas a dicho altar muy probablemente se deban a los pocos testamentos hallados en ella.