Montaje a partir de una cornucopia (o cuerno de la abundancia) diseñada por Pearson Scott Foresman. En el dominio público; vía Wikimedia Commons

Según el horóscopo chino, soy rata y, a mayor abundamiento, de tierra. Eso quiere decir, entre otras cosas, que les resultará más fácil encontrar un diente de gallina que me vean metido en juegos de azar. Hasta la primera juventud me dejé llevar, como en todo, por el entorno, pero a partir de los 25, ni la Lotería de Navidad (por lo que he tenido que soportar todo tipo de epítetos).  En raras ocasiones y movido por mi perenne intento de integración en el paisaje, he caído (pero controlando): es el caso de Las Vegas en 1989; metí 10 dólares, gané otros 10 y al final perdí los 20 (que así está montada la cosa, a base de pardillos):

Mi santa esposa, sin embargo, está en el mismo límite de la ludopatía pobre (menos de 10 € a la semana). Como estamos en régimen de gananciales, la mitad de lo que sacara o sacase si algo le tocara o tocase sería para mí; si cayera el euromillón (con bote, ya puestos) tendríamos que hablar del tema.  Pero yo lo tengo clarísimo: lo pasaría todo a una fundación para apoyar y desarrollar iniciativas en torno a la geohistoria en general y a los territorios más próximos en lo físico y/o espiritual (y para evadir impuestos, claro está, que ya no soy tan pardillo).

Una de las razones por la que es altamente improbable que vaya al Reino de los Cielos (caso de que exista) es que no soy pobre de espíritu. Hay gente que recibe una cantidad importante de dinero y no sabe qué hacer con él; le complica la vida. Yo podría gastarme TODO el dinero del mundo si me dieran unos plazos razonables para ello.

Arrimando el ascua a mi sardina y como presidente vitalicio no ejecutivo de dicha fundación, lo primero sería convencer al consejo de patronos de que se desarrollasen, con todo lujo de medios humanos y materiales, los proyectos que yo dejé inconclusos a lo largo de mi vida. De momento: