Grupo escultórico “Los portadores de la antorcha”, de Anna Hyatt Huntington (1955) Ciudad Universitaria, Madrid

La entrega

Cada día que pasa es más fácil enseñarle al mundo entero tus pensamientos, tu vida, todo lo que se te ocurra.
Cada día que pasa es más improbable que el mundo se entere.

LORENZO SILVA AMADOR: El blog del inquisidor (2008)

Me encuentro ya más cerca del final que del principio de mi vida; por ello creo llegado el momento de pasar la antorcha a la siguiente generación. Estadísticamente hablando, aún me quedan unos cuantos años de vida pero, por si acaso, voy a lanzar al ciberespacio lo que considero más significativo de mi legado cultural. Lo por venir, si lo hubiera o hubiese, se os dará por añadidura. Hago como los salmones, que al final de su madurez y de vuelta en casa, desovan/fecundan y mueren en paz con su especie. En su caso, solo una minúscula parte de lo soltado llegará a buen término; me conformaría con que, en mi caso, el porcentaje fuera equivalente, que no soy mucho más que ellos en mi medio.

Según el aserto convencional, todo ser humano, para poder ser considerado como tal (parte de la Humanidad) debe, al menos, tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. En lo concerniente a la procreación biológica, he cumplido a medias: a medias con mi pareja hemos tenido una cría, lo cual significa que no hemos conseguido ni siquiera la tasa de reposición (una persona nueva por cada otra vieja). Pero esa parte del legado no me preocupa demasiado; ahora mismo sobra gente en el mundo. Tal vez no sobraría si la apropiación / uso / despilfarro de recursos naturales fuera otra; pero es la que es y la Madre Tierra nos lleva avisando un tiempo, sin que Homo [presuntamente] sapiens tome la debida nota [Si los paleoantropólogos se hubieran quedado en lo de Homo faber estaría más de acuerdo].

Lo de plantar un árbol va precisamente en ese sentido: lo primero (según la cultura popular), las obligaciones de la especie; luego, las obligaciones con el entorno: dejar las cosas igual o mejor de como la generación anterior te las traspasó. Inmerso en la sociedad postindustrial esto no me será posible, pero esto se debe a factores que escapan a mi capacidad individual. En el tenor literal, he plantado muchos árboles (y he contribuido a que no se talaran otros cuantos), no sólo por mi oficio, sino con mis propias manitas. Y matas y yerbas también, que todas son criaturas de la Pachamama.

En lo referente al libro, sí que he cumplido y con creces: véase el apartado de Textos. Y esta es, en mi opinión,  la componente principal: la cultura; solo ella es componente esencial de nuestra especie, la esencia de lo transmisible, básicamente mediante el lenguaje, pero también mediante otros medios expresivos como los gráficos: véase el apartado de Imágenes. En todo caso, la mayoría de lo producido ha sido fuera de las horas de trabajo; a los pragmáticos eso les dará igual, pero quiero dejar constancia de que la casi totalidad de los que han hecho más y mejores aportaciones lo han hecho en horas de trabajo, es decir, básicamente por dinero. Y eso creo que también cuenta.

Mi mente comparte algunas de las características de los idiots savants, aunque no soy ni totalmente idiota ni cabalmente sabio. La consecuencia es que los temas tratados son en su mayor parte irrelevantes, minúsculos, pero esto es lo que he podido y querido hacer, con infinita paciencia. Le oí decir, hace tiempo, a un monologuista de la tele: Soy el mayor experto del mundo en algo que a nadie le importa un carallo” (creo que fue Luis Piedrahita) Comparto necesariamente esa sensación, pero pienso que el mundo sería distinto si cada ser humano fuera el mayor experto del mundo en algo. No lo hice para que le importara a alguien sino porque me apetecía; si le vale a alguien para algo, bien está y si no, pues también.

Mentiría si dijera que me es totalmente indiferente que este mensaje llegue a mucha gente o no, pero estoy preparado para lo que sea, después de cuarenta años de predicar en el desierto. De hecho, no le he puesto contador de visitas a este sitio porque hacerlo sería abocarme a una situación que en ajedrez se denomina o torre o reina (pero jugando con negras): con el caballo enemigo en cierta posición, pierdes una de las dos piezas, fijo, hagas lo que hagas. Si el contador de visitas arrojase una cifra superior a la estimada, sería un estéril halago a la vanidad y si es menor provocaría una inútil y dañina autocompasión. Espero sobrevivir sin followers, como hasta ahora. Yo ya he cumplío y que salga el Sol por ande quiera.

Resumiendo: he hecho las cosas a mi leal saber y entender. Tal vez pudiera haber hecho más cosas y haberlas hecho y sabido vender mejor, es decir, convertirme en un aspirante a tribuno. Pero aún siento como ciertas las estrofas de aquella vieja canción que durante muchos años no pude cantar y que, cuando pude, ya no tenía mucho sentido hacerlo:

Ni en Dios ni en César ni en tribuno
está el supremo salvador…