Autorretrato de mi vieja F100

Fotografía

Los suspiros son aire y van al aire /Las lágrimas son agua y van al mar/Dime, lector, cuando las imágenes se olvidan /¿sabes tú adonde van?

Me he tomado la libertad de parafrasear la rima XXXVIII del bueno de Gustavo Adolfo para expresar mi sensación/sentimiento frente a las imágenes percibidas, especialmente las de las cosas y los lugares bellos. Tal vez cierta inseguridad, tal vez un prurito coleccionista (congénitos/adquiridos), me llevaron desde muy pronto a intentar fijar cuantas más imágenes mejor, para que quedase algo, para que no se olvidasen, para que no murieran. Para que fueran ascua y no humo de pajas.

Mi primera cámara fotográfica era poco más que una caja de baquelita con un disparador, que usaba película 120. Su forma compacta me avergonzaba cuando veía las de los demás, tan planas… No tenía ni idea de que las cámaras realmente buenas, que estaban apareciendo por entonces (como Hasselblad, Bronica, etc.) no eran planas en absoluto. Les muestro dos la primeras (verano de 1962), cuyo carácter histórico queda patente para los que vean los mismos lugares en la actualidad. Lugares próximos a mi lugar de residencia, lógicamente; a la explanada de lo que cinco años más tarde sería la estación Madrid-Chamartín iba caminando desde casa; en Almazán paraban los coches de la línea de Soria (de La Continental, hoy día desparecida): la tierra de mi padre:

Izquierda: viaducto sobre las vías de la estación de Chamartín (aún sin uso, ni uno no otra), en 1962
Derecha: Ubicación del punto de toma y ángulo cubierto, sobre imagen de satélite actual (2018)

Puerta de Herreros (Almazán, Soria) en 1962  [un poco torcida; la cámara no era réflex]

También queda patente mi interés por las cosas como objeto fotográfico antes que las personas; de las fotos de aquel verano, 16 son de paisajes y 10 de gente próxima: familia, amigos y ligues (el 38%, de interés humano).

Con los años conseguí una Werra (alemana oriental; de lo más barato, a pesar de su óptica Zeiss) ¡la primera cromada, que era lo moderno entonces! y llegó la foto en color (negativo para papel). Todo ello, por si los jóvenes lo ignoran o lo han olvidado, pagando los carretes lo que implicaba hacer las justitas para no pasarse de presupuesto, manteniendo refrenado el espíritu artístico.

Autorretrato en El Rastro y gato en Cibeles, Madrid (1970)
El 600 y el Dosca: perfecto atrezzo para definir una época

En 1973, ganando ya un sueldo, me lancé hacia los medios que me acompañarían durante casi cuatro décadas: las cámaras NIKON (primero Nikkormat y luego la F100) y la diapositiva en color. Y a explorar el ancho mundo, más allá del Guadarrama, Picos de Europa y los Pirineos. Y preguntándome, como todos por entonces, ¿Me habrán salido? ¿Habrán quedado bien? Guardando los carretes impresos como si fueran un alijo de lo más ansiado. Y pagando el revelado y las hojas para guardarlas y los álbumes para esas hojas… Y anotando minuciosamente sus datos, sin lo cual no podría hoy ponerlas a disposición del público en general, con conocimiento de causa. La descripción de cada imagen quedó registrada, inicialmente de forma manual, luego en procesador de textos y, finalmente, en una base de datos. Gracias a esto puedo certificar que las diapositivas suman un total de 32.564; para un aficionado no está nada mal, pero son las que podía hacer un profesional en un par de reportajes… repercutiendo el coste a los clientes.

Hojas de diapositivas, de la época inicial y de la final

Muchas de las cosas que hacen los adolescentes, como pretender convencer al mundo de lo que son capaces de hacer, en el fondo las hacen para convencerse a sí mismos y como adolescen de un carácter formado y firme, necesitan el consenso del grupo al que pertenecen. Yo también pasé mi adolescencia fotográfica y necesité reafirmarme presentándome a concursos. Ataque coyuntural de vanidad, justo cuando menos tenía de qué presumir: cosas de la juventud… En 1975 me dieron el trofeo “Riaza” en el XI Salón fotográfico de la Agrupación Montañera Zamorana (probablemente, porque fuera la única foto de Riaza que se presentó): una copita de plata de la que cagó la gata, muy cuca. Al año siguiente me presenté a una exposición del barrio, con una foto bastante simple, pero que ilustraba sobre la historia local, pensando que eso iba a importar.

Fachada de la Quinta de Moratalaz en 1975 (derribada poco después)
Comienzos de mi serie “Puertas y ventanas” que hoy se compone de cientos

Y no me dieron ni las gracias, pero aprendí una cosa importante: no presentarme jamás a concursos generalistas, donde triunfarán siempre los temas más manidos, entre los que está la trilogía áurea de la demagogia fotográfica: desnudos femeninos, puestas de sol y cestas con gatitos. Y si no hay nada de eso, cualquier foto de personas o animales. Decidí, por tanto, participar solo en concursos temáticamente restringidos, en los que los factores a considerar fueran la calidad y oportunidad de la imagen y no el interés humano.

Siguiendo esta línea competitiva (en la que tampoco puse demasiado interés) en 1987 llego a mi conocimiento que la delegación en Asturias del Colegio Oficial de Geólogos organizaba el II Concurso Nacional sobre “Fotografía y geología” y me dije: ¡Esta es la mía!: sólo piedras. Mandé tres y una de ellas se llevó el primer premio para la modalidad color:

Pared basáltica en Aldeyjarfoss (Islandia) en 1981

La minería asturiana aún andaba boyante (o, al menos, andaba): me dieron 30.000 pesetas que nos gastamos íntegras en ir a Oviedo, rendir homenaje a Santa María del Naranco, comer unas fabes en el restaurante La Máquina de Lugones y descubrir los oricios, porque era la época y a Madrid nunca llegan tan frescos.

Dos años después (1989) puse el foco en otra punta de la península: el II Concurs de Fotografia Naturalista de la Associació de Naturalistes de Girona. Fiel a mis amigas las piedras presenté una piedra catalana, por aquello de hacer patria; se titulaba “Punto de contacto (punto y seguido)” en castellano, pero tenía la intención de contactar.  Esta vez pillé el tercer premio y por los pelos: según me confesaron los organizadores en la cena subsiguiente a la inauguración de la exposición, me dieron ese premio solo

Canto rodado en la playa de Tamarit (Tarragona) en 1987

porque el único fotógrafo profesional miembro del jurado amenazó con dimitir si no me daban algo. Segunda lección: los humanos tienen una serie de coronas de identificación/afecto que decrecen en intensidad a medida que te alejas de su propia especie. Y los naturalistas gerundenses, como todos los demás: primero las fotos de mamíferos y aves, luego las de paisajes, puestas de sol y plantas y, finalmente, las de rocas. Todo es “naturaleza”, pero unas son más “naturaleza” que otras. Francisco de Asís ya dijo aquello de “hermano lobo” en el siglo XII, pero lo de “hermana piedra” no lo siente casi nadie, a pesar de que luego les gusta decir que somos “polvo de estrellas”. El premio también era de 30.000 Pts. y esta vez palmamos financieramente, pero tuvimos el gusto de ver cómo la ciudad había recuperado las fachadas que daban al  río Ter : empezaban los tiempos en que la trasera se volvía delantera y que lo de “la mierda al río” empezaba a acabarse. Yo aún tenía reciente mi experiencia en la sección de márgenes y eso reconfortaba al ver que no estábamos solos.

Lo de buscar el aprecio de los demás por tu obra es algo natural; sólo si no controlas este instinto (como cualquier otro) se puede volver insano; lo civilizado y enriquecedor es apreciar, además, la obra de los demás. En 1982 inicié un camino que resultó tremendamente gratificante: conseguí liar a un grupo de amigos, todos forofos de la fotografía, para montar lo que llamamos el Slide Club. Nos adelantamos muchos años a la ahora imparable moda de meter palabras y frases en inglés, venga o no a cuento, con la diferencia de que entonces lo hicimos para auto-ridiculizarnos de entrada y dar un aire jocoso y lúdico al tema.

Por entonces lo habitual entre las jóvenes parejas viajeras era, en cuanto te visitaba otra en casa, espetarles: “Te vamos a poner las diapositivas del viaje”; lo normal era que accedieran, callándose lo de “Vaya plasta; otra vez”. Cualquier persona honesta acepta el imperativo categórico de Kant que, en versión de mesa camilla, sería: “No le hagas a los demás lo que no consideres justo que hagan contigo”, o séase: “Colócales a los demás las ristras de fotos solamente si a ti te gustaría que te colocaran las suyas”. Y decidimos ponernos las fotos de los unos a los otros recíprocamente y en una misma sesión. No se proyectaban en lotes previsibles de tal o cual sitio, sino de forma monográfica, seleccionando temas muy concretos (o totalmente abstractos). Se mezclaban igual número de diapositivas de cada uno en un orden aleatorio; un ejercicio de empatía: cómo veíamos las cosas y cómo las veían los demás (con el plus cualitativo de ser imágenes muy seleccionadas entre cientos o miles).  Con el tiempo, aprendimos a conocer el estilo de cada cual o, lo más interesante, a llevarnos sorpresas frente a los estereotipos cuando alguien planteaba un enfoque que no encajaba con su estilo. Sencillamente, aprendimos. El grupo mantuvo un núcleo duro de principio a fin, aunque también hubo gente que entraba y salía. Cada sesión se hacía en casa de uno distinto, de forma rotatoria, eligiendo la temática de la siguiente reunión y aprovechando para merendar y charlar de lo que se terciara.

Henos aquí algunos en un par de ocasiones, con consortes (c) y descendencia (d):

IZQUIERDA [Detrás]: María Guijarro Sanz, Pilar Díaz García (c), María-Luisa Assens del Pozo, Manu Vento Villate (c.), Luis Bartolomé Marcos.[Delante]: Vera Bartolomé Díaz (d.); Ignacio Duque Rodríguez de Arellano (Tirvia, 1985)

DERECHA [de pie]: María Guijarro Sanz, Ana Duque Assens (d); María-Luisa Assens del Pozo;[sentados]: Timoteo Guijarro Sanz., Luis Bartolomé Marcos, Ignacio Duque Rodríguez de Arellano, Charo Rubio Alférez. (Madrid, 1992)

Las diapositivas se veían proyectadas en pantalla grande; nada que ver con los teléfonos móviles o pantallas de televisión actuales, pero, en vez de comer palomitas como en el cine, rivalizábamos en la confección de meriendas, para el picoteo durante la proyección, el entreacto y los comentarios finales. En total tuvimos 45 sesiones, con temas que van desde “Puertas y ventanas”, que se convertiría en un clásico, con cuatro sesiones, hasta abstracciones como “Azul”, pasando por reportajes hechos ex profeso (al estilo yincana) como el de los Montes de Toledo. El montaje duró hasta 1994, en que feneció por desgaste natural; cosas de la vida. Aunque hubieran existido por entonces las redes sociales y la posibilidad de “compartir” fotos vía telemática, no lo habríamos hecho; era otra cosa.

Teniendo los paisajes entre mis temas principales, no pude dejar a un lado las fotos panorámicas y para ello comencé, naturalmente, por las cámaras más baratas: la Horizon rusa (comprada de contrabando a unos pescadores de dicha nacionalidad en Las Palmas de Gran Canaria, en 1974). Como estas cámaras tenían el objetivo rotativo, la mecánica fallaba y luego me pasé a la Widelux (de segunda mano). Las imágenes en este formato son 2.823 en total.  Al pasarme a la fotografía digital, pasaron al baúl de los recuerdos. La mayoría de las panorámicas analógicas también estuvieron en el mismo baúl, porque los costes de la digitalización de formato 6 x 6 eran prohibitivos; al final me decidí y la de calidad aceptable ya están en red (en Wikimedia Commons). También en este campo probé fortuna en la competición: la casa Linhof organizó un concurso de foto panorámica en 1996 y allá les mandé unas cuantas. Obtuve una amable respuesta y nada más: “Leider ist Ihr Beitragnicht in die Endauswahl gekommen”, es decir, que ni siquiera pasaron el corte. Fue una auténtica pipiolada apostar en un concurso internacional que seleccionó 419 obras de entre 1.700; supongo que muchas de ellas hechas por profesionales, con cámaras de la propia marca y yo con mis humildes Horizon y Widelux. Ese fue el final de mi adolescencia fotográfica: maduré y dejó de importarme lo que los demás pensasen de mi obra y de gastarme una pasta gansa en ampliaciones, envíos, etc.

La llegada de la fotografía digital en principio me dejó indiferente; soy animal de rutinas y me cuesta mucho cambiar. Pero la situación con la fotografía analógica empezó a ser insostenible: por capacidad de almacenamiento (5,4 metros de estanterías dedicados a ellas en un pisito más bien pequeño), por disponibilidad de material complementario (hojas) y, por qué negarlo, por el precio. Las fotos digitales eran gratis, se podía comprobar en el acto si había salido o no (y repetir la toma caso de ser necesario); el retoque posterior fácil… Pero hasta el año 2007 no me decidí a dar el salto. Y así hasta hoy (van unas 16.000).

Las fotos que he hecho son, básicamente, consecuencia de los viajes realizados; apenas hay fotos de gabinete (no me interesa la foto artística, heredera de los bodegones, o los apuntes con modelos). Me siento más cerca de los diseñadores industriales que de los artistas creativos: lo principal es que funcionen (que describan/expliquen, en mi caso) y lo secundario que sean lo más bellas posible, dadas las circunstancias. Si agradan, bien está, pero que no se note demasiado el deseo de agradar.

Me he movido todo lo que he podido, por ello hay imágenes de los cinco continentes, en el sentido actual y no en el histórico. Cuando era niño me dijeron que La Tierra se dividía en cinco continentes, a saber: “Europa, Asia, África, América y Oceanía”; esto implicaba un evidente eurocentrismo (propio de la época colonial). Hoy día, los continentes siguen siendo cinco (aunque sigue habiendo opiniones para todos los gustos): Eurasia, América, África, la Antártida y Oceanía (enunciados por orden de tamaño, porque los continentes son entes físicos, no importa la población). Y digo “Eurasia” por ser un término universalmente aceptado porque, según el anterior (y otros) criterios, debería llamarse “Asiopa” (no lo he inventado yo; este vocablo ya está en danza): geográficamente hablando, Europa es la principal península de Eurasia, llena de penínsulas a su vez. Y que el límite entre ambas es arbitrario puede verificarse viendo a los Macabeos de Tel Aviv jugando en la Euroliga de baloncesto, etc., etc.  Partiendo de esta base y rizando el rizo, podría decirse que tengo fotos de seis continentes, incluido el desaparecido de Gondwana. Obviamente, esto es un anacronismo porque, aunque ya tenga bastantes años, no alcancé a conocer al abuelo de algunos de los actuales continentes. Pero, por suerte, una de mis fotos ha sido elegida para hacer imaginar al lector cómo pudo haber sido el paisaje de este continente desaparecido. La isla de San Borondón y de la Atlántida, sin embargo, no he conseguido verlas; tal vez por mi falta de fe.

Dije que en mis comienzos, solo el 38 % de las imágenes fueron de interés humano (incluido yo mismo propiamente dicho): para vernos el careto ya tenemos el espejo de casa y no vamos a gastarnos miles de euros en ver cómo es en otras partes (igual, salvo contadas excepciones). Algunos dicen que se hacen fotografías “de recuerdo” ¿Quieren recordarse a sí mismos o el lugar en que estuvieron? ¿Sus amigos nos les creerían si no llevan la prueba de que han estado allí? En los tiempos de la fotografía analógica también existía el narcisismo, naturalmente, pero tras el “ponte-que-te-saco” y el “sácame-que-me-pongo” retratador(es) y retratado(s) se retiraban de cuadro; ahora, con la digital, se demoran in situ embelesados con la pantallita y los demás esperando. Cosas del progreso… A pesar de que estoy constantemente tirando piedras, no estoy libre de pecado y como prueba de humildad, aquí le enseño uno de los nueve selfies que me he hecho hasta ahora (hay que probar de todo); un desastre que guardo como recordatorio de cuál es mi terreno: mirar por un objetivo y no en una pantalla. Forma parte del 0,3 % actual de fotos personal-familiares con relación al total.

Berlín (Junio del 2015)

Lo mío es la foto testimonio y no precisamente del avatar humano, lo cual es, a la vez, un tremendo respeto por la gente y una expresión de mi creciente misantropía. Les transcribiré lo que escribí para la presentación en Flickr: “There are barely any photographs with persons in them: like certain primitive peoples, I think that to depict a person (mainly their eyes) is like to steal their soul. I photograph things and I’m not interested in turning persons into things. On the other hand, the human beings have been, for centuries, watching themselves excessively… and this is how the planet goes”. A esto hay que unir otro aforismo: “Si quieres dominar una montaña, súbete a ella; si quieres admirarla, súbete a la de enfrente”. Uniendo ambas posturas, recuerdo que en Islandia me tuve que estar 20 minutos en cuclillas, esperando a que los guiris se bajasen de un puente natural, para poder hacer la foto: a ellos les hacía más ilusión dominar que admirar. (Lo de las cuclillas no era por masoquismo: el suelo, repleto de pinchudas rocas volcánicas, no animaba a caminar ni a sentarse en ellas). Imagínense esta maravilla llena de monigotes en todo lo alto:

Puente natural sobre Ófærufoss (Eldjá, Islandia) en agosto de 1981 [se hundió el año 1993]

Queda claro que las fotos que he hecho han sido por mera satisfacción personal; inicialmente, pues, puro onanismo. No quiero pecar (demasiado) de vanidad, pero esa es la motivación inicial de los artistas: Don Miguel no estaba en Argel pensando: “En cuanto tenga tiempo, voy a escribir un best seller” y Don Vicente hizo lo que creía que tenía que hacer y salga el sol por Antequera. Pero poco a poco algunas empezaron a ser publicadas y, eso espero, pudieron ser útiles al resto de la gente (a un reducido número de personas del resto del mundo). Inicialmente, las usé para ilustrar mis propias publicaciones (a partir de 1976, en artículo sobre el medioi ambiente en Madrid). Esta línea se ha mantenido hasta hoy y suma 55 unidades. Luego, unas pocas (15 en total), las usaron algunos amigos en sus artículos y libros; es el caso de Miguel Aguiló Alonso cuando era Director General de Recursos Hidráulicos de la Comunidad de Madrid (1984) y Javier de Pedraza Gilsanz con su texto de geomorfología (1996) y alguno más. Después de colgarlas en la red, algunos más las han usado en libros impresos: un par de ellos, que yo sepa (porque me han pedido permiso, pero, a ciencia cierta, bastantes más lo habrán hecho sin licencia).

No lo busqué con especial ahínco, pero se terció el vender unas pocas; una, de especial significación para mí, fue la de un roble albar de la Sierra de Ayllón, bajo el cual en un momento dado quería que se esparcieran mis cenizas (ya saben: «para dar verde a los pinos y amarillo a las genistas», aunque allí no hay pinos y a las genistas las llaman aulagas):

Roble en la umbría del Turqueño (Cantalojas, Guadalajara) 1974

Se la vendí a Salvat para su Enciclopedia de la fauna ibérica y europea (dirigida por Félix Rodríguez de la Fuente, aunque el que hacía todo el trabajo era Joaquín «Quine» Araujo Ponciano). La sacaron en la contraportada del fascículo nº 46 (06/10/1976) ilustrando el Quercus robur.

En la misma línea dendrográfica y dendrófila, le coloqué un par de ellas en 1980 al ICONA, para la revista Vida silvestre (las dos, panorámicas). Por cierto, si a alguien curioso se le ha ocurrido averiguar en Internet qué significa la palabra “dendrofilia”, se habrá llevado una impresión equivocada; la versión más extendida de que se trata de una parafilia (es decir, una desviación sexual), no está avalada por la R.A.E. y está completamente sesgada por los psiquiatras: es posible un amor a los árboles, puramente platónico; no me extraña esta interpretación perversa en un país marcadamente dendrófobo. También sin querer le vendí unas cuantas sobre jardines a la revista Nuevo estilo; digo “sin querer” porque fue mi compañera y amiga Cayetana Galbete Martinicorena (que estaba a cargo de la sección de jardinería) quien me las demandó. Fueron sólo nueve, durante los años 1994 y 1996, pero me aportaron vivencias nuevas: estar en la cultura de masas (acostumbrado a moverme entre minorías) y cómo se siente uno con un cheque de Axel Springer en el bolsillo.

Recorte de la revista Nuevo estilo nº 204 (03/1995)

Por circunstancias que no hacen al caso, mi carrera viajera ha terminado. Hubo un tiempo para pastar y es ahora el momento de rumiar. Por ello y por que no me las quiero llevar a la tumba, he decidido divulgarlas urbi et orbe (“compartir” es el verbo que se usa ahora mayormente, por influencia del inglés to share). Paso previo fue el de la digitalización de las diapositivas y una buena parte de los negativos, tarea llevada a cabo por mi santa esposa. Pensé hacerlas públicas por medios cibernéticos, dado que la edición de libros y la realización de exposiciones no quedan a mi alcance (y tampoco cubrirían una cantidad apreciable de las imágenes). Estos han sido los medios empleados:

No colgué ni una sola foto en este sitio, pero durante años, mientras hacía las fotos, lo consideré  el principal, si no único destinatario final. Les estaba muy gradecido como cliente, es decir, como buscador de sitios en un territorio determinado y me sentía en la quasi obligación de corresponder a los servicios prestados. Los más jóvenes no pueden hacerse a la idea de cómo era el mundo de la exploración (la búsqueda de destinos, por decirlo de forma menos rimbombante) en el pasado, cuando hasta encontrar mapas de ciertos lugares era una ardua tarea. La aparición de Google Earth y su corolario de Panoramio (para ver en alzado y no sólo en planta y más allá de donde llegan los vehículos de Street  View) fue como un milagro.

Me resulta especialmente memorable el asunto de la “Terraza natural de Tasmania” (más conocido hoy día como “Tessellated pavement”): en mi colección de cromos de las Maravillas del Mundo  sólo decía que estaba en alguna parte de la costa de dicha isla (cuya longitud es de 2.833 km.) ¿Cómo encontrar ese punto? Bien sencillo: recorrer con la mirada la costa de la isla en la pantalla, ver dónde había acumulación de cuadraditos azules (concentración de turistas; hoy son redondelitos) y mirar con las fotos hasta dar con el lugar. Hoy día hay sistemas menos pedestres, pero entonces (mayo del  2009) tampoco había tantos: el artículo de la Wikipedia sobre el pavimento teselado de Eaglehawk Neck, que es el aquí referido, no se empezó hasta marzo del 2010 y, a día de hoy, aún no tiene plano de situación.

Cromo del álbum Maravillas del Mundo (1956) y fotografía actual (2009) del mismo lugar.

[En contra de lo que creía el redactor de la Editorial Bruguera, Tasmania no es una península sino una ínsula total]

Algunos definen a Flickr como “red social”, lo cual resulta una visión sumamente sesgada; sería algo así como decir que la calle en un “sitio donde hacer perfomances” o que una exposición de pintura es un buen sitio para tomar canapés y hacer amistades. “Así será si así os parece”: si la mayor parte de la gente lo usa con esa visión, se convierte en definición, estadísticamente hablando. Para otros es un simple almacenamiento para alojar las fotos de sus novios y/o cuñadas cuando ya no les caben en el móvil. Para mí (y para otros) ha sido, literalmente, un muro donde colgar algunas fotos. La selección de este medio para las fotos bonitas o, al menos, significativas de cada tema que he tratado la hice tras descartar a otros: Pinterest, 500px y Google+.

El primero es un entorno a mitad de camino entre revista de moda y tienda de manualidades, que me resulta extremadamente incómodo, donde la fotografía como tal es lo de menos, o casi. El perfil de usuario mayoritario es excesivamente femenino y burgués: gente que busca “cosas bonitas”, en la antítesis de world press photo, cuyo plato principal son las desgracias (y algunas alegrías) ajenas o de Sebastião Salgado. Item más: no me gusta que me obliguen a tener que elegir entre cinco temas, algunos ridículos como peinados o barbas. De hecho, ni cinco, ni cuatro, ni tres ni dos, ni uno. A pesar de los prejuicios que tenía, probé a ver que me daba la búsqueda de la etiqueta “Balinese” y la mitad de lo que salía no era de Bali, sino muebles y otros chismes a los que el fabricante les había puesto esa etiqueta promocional; con ello, mi prejuicio se convirtió en juicio. Además no permite hacer colecciones a tu gusto y no ofrece estadísticas, sino simplemente notificaciones de cuando alguien ha dado al famoso like y, además, por correo electrónico, vulnerando tu intimidad y uniéndose al enjambre de spams. Claro que, para muchos, eso es vidilla. Pues para ellos.

A 500px la descarte por sectarismo generacional por mi parte: leyendo algunos de los comentarios elogiosos cuando se creó, vi que la presentaban como “alternativa a la veterana Flickr” y que garantizaba un filtro de calidad. En esto último ni entro ni salgo, pero como yo también soy veterano, me quedo con la otra. Estoy hasta el moño de adoradores de la modernidad, del “tout nouveau, tout beau”, que algo, por el mero hecho de ser posterior es mejor, del usar y tirar, del consumismo en definitiva. Esa confianza irracional en el progreso hace mucho que quedó sin fundamento.

De Google + mejor ni hablar: despareció porque para el buscador monopolístico allí no había business. Después de lo que hizo con Panoramio y con tantas otras cosas, de Google no me fío.

Flickr es el mayoritario, el estándar y el mejor relacionado (por ejemplo, con Wikimedia Commons) Y allí puede verse una selección de 2.245 fotos, agrupadas temáticamente: el tipo de fotos que he hecho (sin subidas posteriores a septiembre del 2017):

Mi sitio en Flickr

Mi experiencia en este sitio ha sido agridulce: del lado bueno está que por primera vez veía que mis trabajos eran valorados en La Red y hasta eran de utilidad para alguien. En realidad, muy poco valorados y de muy poca utilidad: en el momento de redactar estas líneas (marzo de 2020) el total de vistas está en torno a las 190.000, cuando los autores más demandados están por encima de los 30 millones. Por otro lado, no se han usado más que 10 fotos en otros sitios web, aunque parte de la culpa puede que sea mía, porque las amparé bajo una licencia NC (no comercial). Sin embargo, los principales factores para el poco éxito de mi sitio son que no he seguido las reglas del juego de las redes sociales. Huyo como de la peste de la redsocialización (no estoy en ninguna de ellas; ni tan siquiera en el manido Whatsapp). Es fácil encontrar en La Red preguntas y consejos sobre qué hacer para conseguir muchas vistas, para que tus trabajos se vuelvan virales (o, al menos, bacteriales). Por si al alguien le interesan, le cuento mi experiencia al respecto:

1) Hay quien dice que una buena organización de las imágenes ayuda. Puede que sea cierto, pero no demasiado: a veces compruebas que la gente ha mirado varias fotos de un mismo tema (flechita derecha / flechita izquierda) y si todas las parecidas están juntas, más verán. Pero la organización en álbumes y colecciones es casi inútil. De hecho, en la fecha antes indicada, los álbumes (agrupación temática) sólo habían tenido unas 1.100 visitas y las colecciones (agrupaciones de álbumes), 9 (el 0,57 % y 0,004 % respectivamente).

2) Otro consejo es subir muchas fotos, constantemente. No sólo porque más fotos significa más vistas, sino porque hay una caterva de consumidores de novedades que se lanzan a por todas; no importa si son buenas, malas o regulares (la mayoría de ellos no van a volver a mirarlas). Una prueba de ello es el siguiente gráfico, con los promedios mensuales de vistas, en mi caso:

Se comprueba que las barras de vistas acompañan significativamente a la curva de subidas; de hecho, el mes con un promedio diario más alto fue justamente el que menos fotos había. Mi planteamiento (la exposición retrospectiva) no es útil desde este punto de vista: hay que pedalear constantemente para que la bici no se caiga. Al acabar el periodo de subidas, las vistas se desplomaron hasta un    10% de los valores máximos. Luego hay una recuperación, posiblemente debida a que fui enrolado en las páginas de distribuidores como hiveminer.com (ya desaparecido) o  flickriver.com  En medio de este proceso, hubo un cambio de propietario del portal (para los anteriores caimanes de La Red, no rentaba lo suficiente) y los nuevos (que se presentaron como auténticos amantes de la fotografía)  hicieron un ajuste técnico que provocó un apagón general (lock-out patronal) los días 22-23/05/2019. Tras este ajuste, miles de  usuarios perdieron millones de vistas y, aunque luego se recuperaron todas o casi todas, la cosa ya no funcionaba igual. Finalmente,  el 20/12/2019 SmugMug mandó una carta a los PROs planteando que “Flickr –the world’s most beloved, money-losing business- still need your help”; es decir: os queremos mucho, pero no estamos aquí para perder dinero. Intuyo que las necesidades de ajustar costes les han llevado a hacer ciertos cambios en los algoritmos de búsqueda tendentes a ahorrar, bien espacio de almacenamiento, bien tiempo de procesado o ambas cosas, porque justo desde entonces, la curva de vistas (en mi caso, pero supongo que en el de muchos más) llegó al      desplome final. En la gráfica que sigue se ve la evolución diaria de vistas anterior y posterior a tal día; cualquier que entienda un poco de estadística aplicada a las ciencias sociales verá que es un comportamiento totalmente anómalo. Si la disminución de visibilidad se debiera a la decrepitud de la cuenta, era esperable una línea de regresión paulatina y no una caída a cero instantánea.

3) Otra regla de oro, a mi juicio, es la de la reciprocidad: sigue a mucha gente, esperando que ellos te sigan a ti. El clásico y eterno do ut des. A mí me siguieron en su momento siete despistados, pero la mayoría de la gente habrá visto el cero patatero que campea en mi dato de “Siguiendo” y que ahí no hay nada que rascar. No he marcado ni una sólo foto como “favorita” y a mí me han marcado 49 (los best sellers las cuentan por miles). No todo el mundo es justo y recíproco, pero cuanto más comentes, más te comentarán.

4) No obstante, la principal regla, a mi juicio, es la del comportamiento grupal: apúntate a cuantos más grupos mejor. Y si relacionas tu cuenta con otras redes de mirones, mejor. Este factor está estrechamente ligado con el anterior: gente con intereses parecidos que se alaban mutuamente. He hecho unos pequeños cálculos para estimar la importancia de este factor y relativizar las cifras totales en función de dos ratios, aplicada a varios de la cabeza del ranking y otros no tanto. Se ve que en esta tabla no ando tan mal; es decir, pese a no haber hecho ningún esfuerzo por buscar followers, las cifras con aceptables.

Autor Fotos Vistas Favoritas Seguidores Siguiendo Grupos Vistas / grupos Vistas / Siguiendo
1 1.619 28.200.000 1.316 18.400 4.326 733 38.472 6.519
2 7.813 31.400.000 2.766 48.400 4.283 1.586 19.798 7.331
3 2.082 16.200.000 3.993 19.800 398 3.840 4.219 40.704
4 16.695 51.800.000 2.635 9.296 108 15 3.453.333 479.630
5 1.698 40.300.000 816 24.300 168 124 325.000 239.881
6 566 1.800.000 1.252 4.352 4.207 535 3.364 428
7 9.710 11.940.000 62.300 12.200 6.187 317 37.666 1.930
8 80 74.600 108 453 1.636 36 2.072 46
9 862 512.500 20.600 1.054 4.807 1.382 371 107
LBM0 2.245 189.700 49 7 0 1 189.700 189.700

Al comportarse la absoluta mayoría de los usuarios según las reglas burdamente cuantitativas de los grupos en las redes sociales, se da el caso de que hay gente que te invita a apuntarte a uno u otro (por motivos temáticos) e incluso una vez me intentaron convencer de que me apuntase a uno ¡basándose solamente en la cantidad de miembros! De donde se podría deducirse que, muchos miembros = muchas vistas, por el principio de la reciprocidad.

5) De los procedimientos bastardos para aumentar el número de vistas, hay que destacar, por su relevancia sociológica, la invitación a la pornografía y no me refiero a la oferta real, sino a su mera promesa/incitación. Recogido de un foro tras dedicarle escasos minutos al tema: «Yo tengo peaks cuando posteo fotos con tags eroticos (El upskirt de la Eileen, por ej.)» [sic] o bien, otro que confesaba promedios diarios de 60.000 vistas «But I put the keywords ‘girls pooping in river’ on all my pics». ¡Qué vas a esperar cuando hay miles de descerebrados que se graban a sí mismos haciendo estupideces o cometiendo delitos y luego lo suben a al red!

6) También ayuda, como no, que las fotos sean buenas y, más aún que buenas, que pertenezcan a la temática más demandada, a la cabeza de la cual está la gente y los animalitos. Haz una prueba: entra n veces en el sitio y comprueba en cuántas de las dos imágenes que aparecen en cabeza en la página de inicio hay una persona o un animal (mamífero preferentemente); yo lo acabo de hacer y sale un promedio de 1 (el 50 %). Al menos, que sean figurativas: que se entiendan a la primera, sin mucho que pensar. En mi caso, no sólo huyo de la gente, sino que mis propias fotos favoritas son las que pertenecen al mundo del minimalismo abstracto. Dos de las que yo colgaría en la pared (no lo hago, porque ya no me quedan paredes vírgenes) son estas:

Detalle de lutita. Adrar (Mauritania) en 1997

Canto rodado entre fango reseco en la orilla del Río Tinto (Berrocal, Huelva) en 2014

Estoy convencido de que, con un buen marchante, habría podido colocarlas en el mercado por varios miles de euros, pero no son para el gran público: planas, sin movimiento… Aunque no he tenido estudios en materia fotográfica, me consta que hay autores muy valorados que hacen cosas parecidas (a los que me gustaría parecerme), como Eliot Porter en Nature’s Chaos o (desde algo más lejos) Shinzo Maeda en A tree, a Blade of Grass.

En cualquier caso, lo de Flickr ha sido una experiencia de la que no me arrepiento, porque siempre se puede aprender (de lo bueno y de lo malo). Pero es hora de pasar página. No me traumatiza tener solo 10 followers.

Sin duda, mi principal expositor y el más satisfactorio y rentable socialmente hablando, tanto por formar parte un proyecto social y participativo (voluntariado; sin empresas), como por la cantidad de fotos subidas y el número de usuarios. A diferencia de Flickr, donde presenté una muestra del tipo de cosas que hago, primando la calidad artística, aquí priman los valores descriptivos y didácticos, pensando, en primera instancia en los editores de la Wikipedia y otros proyectos hermanos. Fotos simples y claras, sin artificios: algunas de las que más éxito tienen son las postales de pueblos, aplicadas a ilustrar las fichas correspondientes de la enciclopedia, como la de Obargo. En ellas se trata de que el fotógrafo pase desapercibido, de que no se note que está (como tampoco notas a diario que tienes hígado, salvo que esté enfermo), de que actúe como simple intermediario entre el paisaje y el lector. Pero también descubres, con satisfacción, que puedes ayudar a ilustrar conceptos abstractos, como la sonrisa o las relaciones entre matemáticas y arte. En el primer ejemplo se ve bien el lado positivo de la globalización: una foto hecha por un español, de unos niños en Zimbabue, usada en una página en francés. En total, somos unos 15.000 colaboradores activos a este respecto.

Tras la presentación en sociedad a través de Flickr, comencé la subida de imágenes a Wikimedia Commons en diciembre del 2017 y terminé en septiembre del 2023. En total han sido unas 36.000, habiendo realizado más de 300.000 ediciones (creación y mejora de categorías) sin contar los usos hechos por robots. De ellas se han usado unas 2.000, en más de 5.000 páginas de Wikimedia (la cantidad varía semana tras semana). Todo ello, partiendo de los usuarios que han cumplido con la norma de la licencia bajo la cual están siendo divulgadas: el reconocimiento de la autoría. Conociendo la naturaleza humana, es muy probable que los que no cumplen la norma sean la mayoría; poniéndonos en plan pesimista, la parte visible del fenómeno sería el 10 % emergido, como en los icebergs. Hasta ahora solo he detectado un par de casos, pero es totalmente imposible ni siquiera evaluar la incidencia del fenómeno, dada su magnitud.

Como la fundación no ofrece estadísticas al respecto, no sé por dónde me ando, pero intuyo que es algo por encima de la media, aunque muy alejado de la cabeza. Sé de algún colaborador que han subido más de 80.000 imágenes, pero otros miembros significados de la organización presenten cifras más bajas que las mías. Hay que tener en cuenta que llegué tarde: dieciséis años después de crearse la Wikipedia. Eso quiere decir que los artículos de temas importantes/generales y las Wikipedias más amplias (como la editada en inglés) ya tenían su(s) foto(s) correspondientes. Aunque haya excepciones como mi aportación de Angkor Wat a un artículo del tamaño de Asia. Desbancar (que sustituyan) una foto ya colocada es difícil, salvo que la diferencia de calidad sea muy importante y no siempre ocurre, porque los editores iniciales de un artículo lo han abandonado o no revisan las nuevas posibilidades con frecuencia.  Así pues, a los que llegamos tarde nos quedan sobre todo los sitios pequeños, en los que nadie se había fijado y las Wikipedias emergentes. Me siento a gusto entre los marginales, pero eso pone un techo a la cantidad de fotos usadas; como les pasará a los que se vayan incorporando después que yo.

Enlace con mi página de usuario en Wikimedia Commons

El uso de estas imágenes, no obstante, trasciende este tipo de usuario interno, sirviendo de repositorio para editores de sitios web de todo tipo.

Hasta ahora unos 600 (de los que citan la fuente, como es de ley, aunque, conociendo al género humano, la mayoría no lo harán y es prácticamente imposible verificarlo). Las páginas más habituales que han usado mis imágenes son las de tipo turístico, como esta, promocionando los Lençois Maranhenses (aquí también van dos mías). Otro tipo de cliente son las páginas de noticias que no tienen para pagar fotos de agencia (o no quieren  hacerlo) y echan mano de las de Commons, que son gratis, como esta. Más satisfactorias son las que se usan en páginas o publicaciones científico-técnicas, como esta. Y más aún cuando la simple imagen puede inspirar una poesía, como Il y a de l’eau en Atacama. Con una cierta dosis de autocomplacencia y cometiendo dos pecados lógicos: vanidad y orgullo de padre, veo a algunas de mis criaturas ganándose la vida por esos anchos mundos, aunque sea como eventuales, porque los sitios web aparecen y desaparecen. Mejor que la fotografía onanista que practican la mayoría.

Pero hay muchas maneras de ganarse la vida; algunas de ellas repelentes o inaceptables. Muy a mi pesar, algunas de mis fotos han sido empleadas de forma fraudulenta. Esto es inevitable una vez que las lanzas a los cuatro vientos, al igual que un hijo, que puede salirte rana pese a tus esfuerzos. Seguramente algún lector sabe de qué hablo por propia experiencia, pero les adjunto algunos ejemplos, por si no es así o para coadyuvar a lo ya sabido. Son los cuatro casos que he detectado por ahora y así se va a quedar aunque encuentre más, porque para muestra vale un botón. Como sería un inserto demasiado largo, va en forma de PDF:

No dejes que la realidad te estropee una buena noticia (1,5 KB]

Hay algunas imágenes que no se verán nunca en Commons, porque están vetadas por las normas de la institución: aquellas afectadas por los derechos, reales o supuestos, de la propiedad intelectual. Existen otras imágenes que podrían ser eliminadas por la política de out of scope, por no tener ningún interés educativo (selfies, pornografía, etc.) así como otras de ínfima calidad; pero los patrulleros de Commons no prestan mucha atención a estas. Sin embargo, la infracción del Freedom of Panorama es castigada severamente, más pronto o más tarde, con el borrado de la fotografía. Las frases “free knowledge” y “open knowledge” son repetidas como auténticos mantras por los más entregados a la causa, pero esa libertad queda frenada al topar con la sacrosanta Propiedad Privada. La organización afirma, con razón, que no hacen otra cosa que trasponer la legislación vigente de cada país, pero eso mismo dirán los verdugos allí donde la pena de muerte esté aún vigente. Y no son solamente los países con un presente o pasado reciente de tipo dictatorial los más restrictivos, sino la Francia de la “Liberté, Egalité, Fraternité”, como puede verse en el mapa del anterior enlace.

La defensa de los derechos de autor frente a los delincuentes que pretenden divulgar sus obras sin permiso ni remuneración es algo encomiable pero, en mi opinión, se han pasao. Entiendo perfectamente lo de las composiciones musicales y lo de las obras bidimensionales, pero incluso en esos casos, no es el intermediario el que delinque, sino el que finalmente intenta vender algo que no es suyo; sería como prohibir la fabricación y venta de cuchillos de cocina porque con ellos se puede asesinar. Incluso empresas que podrían temer demandas millonarias, no son tan estrictas; Google, por ejemplo, en las nuevas fotos de Google Earth avisa que “La imagen puede estar sujeta a derechos de autor”, como puede verse en este caso evidente (ilegal en Francia):

¿Cómo puede perjudicar moral o económicamente al Sr. Ieoh Ming Pei que se publique esta foto? ¿Porque alguien puede copiarle otra pirámide de cristal en otro sitio sin decir que se inspiró en esta? ¿Cada arquitecto que diseñe otra pirámide a base de acero y vidrio tendría que pagarle royalties a su empresa? ¿Cómo demostraría un tribunal francés que si alguien diseña una copia idéntica a la pirámide del Louvre habrá necesitado como cómplice necesario a Google Earth? ¿O a Wikimedia Commons si así fuera? ¿Se imaginan a cualquier arquitecto del mundo demandando a la fundación Wikimedia por que alguien ha hecho un edificio muy parecido al suyo, que salió en una imagen de Commons ? Siguiendo a uno de los galos más famoso: Ils sont fous, ces Romains! Pero, al igual que Goscinny estaba pensando en los yanquis y no en los romanos al escribir sus historias, también aquí se nota el origen estadounidense de Wikimedia: puritanismo a ultranza para unas cosas y extrema manga ancha para otras.

A mí me han borrado varias imágenes de entes volumétricos (imposibles de copiar a partir de una imagen): uno de ellos porque faltaban como seis años para que caducase el derecho de Copyright de la obra (la de Liubliana) y otra, por simple transposición de la legislación catarí (la de Doha). Para los que recuerden el final (y los comienzos) de Cinema Paradiso: les ofrezco aquí algo parecido a la lata de recortes que Alfredo le dejó en herencia a Totó. Ya les informaré si alguno de los presuntamente afectados me ha puesto pleito por ello. Mis abogados demostrarán que mi reproducción es “for non-commercial purposes” ya que el acceso a este sitio web es gratuito (al igual que yo no cobro ni un centavo por las fotos subidas a Commons).

Detalle del relieve lateral del monumento a France Prešeren

(Liubliana, Eslovenia)

Rascacielos en el barrio de Al-Dafna

(Doha, Catar)

Si entran en el artículo de la Wikipedia en inglés sobre Doha verán que estos mismos edificios se les ve desde un poco más lejos… y no pasa nada. Queda constancia, pues, que la arbitrariedad en la aplicación de la norma va unida a su injusticia; pero no tengo tiempo ni ganas de discutir con los polizontes de la red. Seguramente estos piensen que debería abochornarme de estos borrados, pero yo los considero como galones otorgados por las heridas recibidas en la lucha contra el oscurantismo, venga de donde venga y argumente lo que argumente.

En las obras bidimensionales de autor ignorado (se supone que un funcionario público) pagadas por los contribuyentes de un país, con la intención de divulgar entre el público ciertas características de su país y que se muestran en espacios públicos, la cosa es más sangrante aún. Al colgar esa imagen en red estás coadyuvando con el cumplimiento de esa política, pero da igual. ¿Creen que algún burócrata boliviano o uzbeko podría argüir daño objetivo a algo/alguien por ponerlas aquí? Ya se lo contaré, caso de ocurrir.

Mapa de ayllus (demarcaciones territoriales indígenas)

del sur de Bolivia. Local de la Reserva Nacional de Fauna

“Eduardo Avaroa” (Bolivia)

Esquema del abastecimiento de agua a la ciudad de Afrosiab

(Samarcanda, Uzbekistán)

Como siempre que actúa la censura, los autores se suelen autocensurar antes de que la larga vara de la justicia caiga sobre sus lomos. Les regalo aquí una de las muchas fotos que no he subido, para no llevarme el mal trago de que me las borren. Lamento privar de ellas a los posibles usuarios, pero, como les he expuesto, no es culpa mía. Si alguien quiere cambiar las cosas (y es suficientemente ingenuo), que hable con su diputado al respecto.

Observación final: las imágenes distribuidas bajo las firmas “LBM0” y “LBM1948”, no son todas mías; una pequeña parte son de mi mujer. Para diferenciarlas basta con fijarse en los metadatos: si la máquina de captura es NIKON D300 o NIKON SUPERCOOL SCAN 5000 ED, son del arriba firmante; si son DMC-FX30 o COOLPIX P7000, son de la cónyuge.

Panel sobre poetas en el Parodos oriental del Teatro de Dionisio, en la cara sur de la Acrópolis de Atenas, en 2013

Resumiendo: tengo hechas 49.879 imágenes. Disponibles para su uso público más de 37.000 a día de hoy. Solo unas 2.000 han sido usadas por alguien, en algún momento y lugar. La primera cifra no se incrementará demasiado antes de que llegue al final de mis días, pero espero que la segunda y la tercera sí. Que les aproveche.