Los factores físicos de la calidad de vida urbana en Madrid
Como en el caso del artículo anterior, más que por mérito propio, bastó con dejarse llevar por la cresta de la ola. La publicación de este trabajo se debe a la reacción que se produjo en el mundo del urbanismo por la disolución de METROPLAN (que no fue ningún plan para el Metro de Madrid), con el consiguiente despido de la totalidad de la plantilla. Era el acróstico de “[Dirección General de] Planeamiento Metropolitano” y surgió dentro de la Comisión de Planeamiento y Coordinación del Área Metropolitana de Madrid (COPLACO), heredera de la Comisaría General para la Ordenación Urbana de Madrid y sus Alrededores (1954-1963), heredera a su vez de la Junta de Reconstrucción de Madrid (1939-1954), es decir, las herramientas franquistas para dirigir la ordenación territorial y el urbanismo de la Capital del Imperio. Pero en 1974, con El Régimen dando las últimas boqueadas, algunos cachorros de la oligarquía vieron que había que dar una alternativa a estas obsoletas burocracias, esquivando el eterno problema de la rigidez administrativa para las contrataciones. Pergeñaron un híbrido público-privado (en colaboración con la empresa EDES: Empresa de Estudios y Proyectos Técnicos S.A., de titularidad pública). Su idea era dar cabida a un equipo joven, amplio e interdisciplinar que le quitase las telarañas a las covachuelas y abordara la ordenación territorial desde una perspectiva técnica y socialmente avanzada y con unas metodologías y medios modernos (aún recuerdo las fichas perforadas para alimentar los ordenadores). Pero el sueño duró poco: en enero de 1976 el ente fue disuelto y los 76 trabajadores despedidos.
Aparte del revuelo laboral que se montó (el primer encierro en unos locales de la administración pública), en el mundo profesional pareció que el esfuerzo realizado se iba a ir por el retrete abajo y la dirección de esta revista tiró un número monográfico (el 2-3/76) quedando el nuestro como retal para el siguiente.
Producto de aquella época, en lo que a mí respecta, fueron el Plan Especial de Protección del Medio Físico y este artículo, en el que empecé mi costumbre de escribir artículos en colaboración, siempre que pudiera. Según un chascarrillo vigente en aquella época, “los equipos interdisciplinares que mejor funcionan son los compuestos por una persona”; pero no siempre es posible encontrar el mirlo blanco que sea capaz de ello: los uomini universali son imposibles en estos tiempos. Por ello, para abordar cualquier sistema, por simple que sea, hay que contar con cuatro ojos, al menos.
Hoy día el trabajo solo puede servir a efectos de la geografía histórica: los mapas mostrando cómo era la ciudad por aquel entonces y comparando los usos del suelo/calidad ambiental con los posteriores, incluido el actual (la práctica desaparición de los colores morados, por ejemplo). También son históricas algunas de las fotografías como la de la calle de Alcalá con un vehículo de los grises o sembrados de cereal en lo que hoy es el Parque de la Cuña Verde de O’Donnell; fotografías propias, por cierto: por entonces no había repositorios de imágenes en Internet para escoger las mejores o más adecuadas.
Las opiniones vertidas son banales, pero la división de la ciudad en áreas homogéneas (lo que en ecología integrada se llamó unidades ambientales) entiendo que sigue siendo plenamente válida. Deberían establecerse como base de cualquier trabajo de análisis territorial, empezando por la estadística. Pocos profesionales de este sector se habrán librado de que alguien les recuerde lo del “medio pollo” y, con ciertas salvedades, deberían asumirlo. Pero no lo hacen. La división de una población en secciones censales la hacían y hacen de la forma que a ellos les resulta más cómoda, por el eje de viales y para que sumen ciertas cifras de población, sin pensar en que están haciendo como la mala madre salomónica: partiendo al niño por la mitad, y pegándolo a un medio pollo que está allí al lado. No muestran ni la habilidad de un pollero normal, que, mediante sus conocimientos de anatomía y conociendo la demanda social, descuartizan cortando exactamente por donde hay que cortar para que el despiece resulte útil y estético. Imaginen que, en vez del pollero humano, hubiera una cuchilla mecanizada subiendo y bajando cada cierto tiempo, cortando por donde sea, con tal que la pieza resultante pese 25 gramos. Eso hacen los estadísticos, dando piezas irreconocibles y llenas de astillas de hueso, harto peligrosas. En la medida de mis posibilidades, apliqué luego esta política en los trabajos previos del padrón de 1986: Nomenclátor. La división que Felipe y yo proponíamos (u otra análoga) debería servir para determinar los límites de las áreas de estudio y gestión, para que no sumen peras y manzanas; en este caso, manzanas de Tetuán con manzanas de La Castellana; por ejemplo.
Buena prueba de que los análisis territoriales de este tipo eran y son útiles es que se vienen aplicando de forma sistemática, tanto en España como en la Comunidad de Madrid (a partir de 2005, treinta años después): SIOSE (Sistema de Información sobre la Ocupación del Suelo en España)