La “Semana Santa” chiita
Para nosotros este episodio representó un avance en el espacio y un retroceso en el tiempo: ir muchos kilómetros hacia adelante, para ver una cosa de muchos años atrás. Para los lectores, depende de la edad que tengan; si ya son de cierta edad, como el arriba firmante, será hacer lo mismo, por delegación. Si son jóvenes les será muy difícil mostrar empatía porque no habrán vivido la Semana Santa durante el franquismo. La cosa ocurrió el 13 Muharram del año 1421 (según el calendario musulmán); para nosotros fue el 18 de abril del año 2000. El lugar, la ciudad de Kermán.
Aunque durante el día habíamos visto unas cuantas manifestaciones externas de lo que para los chiitas significa la conmemoración de la Ashura, hasta la noche, ya recogidos en el hotel, no nos caló a nivel más profundo e íntimo. En la televisión, un locutor compungido recordaba una y mil veces la muerte de Husáin; entre perorata y perorata, canciones piadosas sobre lo mismo. Ningún otro programa; todas las cadenas igual o parecido. Tristeza, al parecer sincera; y así 37 días más (la Ashura empieza el día 10). No habíamos visto nada tan parecido desde que en España el nacionalcatolicismo dejó de tener la sartén por el mango y las vacaciones de Semana Santa se convirtieran en lo que son hoy para la mayoría: puro relajo, a ser posible, en la playa.
Las manifestaciones callejeras consistían, por lo que vimos, en multitud de cofradías haciendo procesiones detrás de sus pasos. Pero la fiesta (por llamarle algo) es más.
La arriba fotografiada es una procesión de barrio; las de toda la ciudad y las cofradías más ricas son bastante más impresionantes. Aunque, curiosamente, los mismos fieles que a veces se dan latigazos en la espalda y siempre unos rítmicos y sonoros golpes de pecho, nunca cargan con los pasos como hacen los costaleros en España y algunas de sus ex-colonias. Algunos de los pasos llevan imágenes de Husáin o de Alí, lo cual nos proporciona otro toque de familiaridad con la Semana Santa católica y que es específico de los chiitas, no sólo por su interpretación más libre y constante de los preceptos coránicos sino, tal vez, por influencia del zoroastrismo y en absoluta contraposición a la Sunna y más aún en la interpretación wahabí.
Paso procesional de una cofradía de la ciudad de Kermán, con una representación de Alí
Representación de Zoroastro en el
Templo del Fuego de Yazd
En mi opinión, si alguna vez cristianos y musulmanes se sienten en torno a una mesa para tratar sobre sus diferencias y similitudes, los representantes de cada lado deberían ser católicos y chiitas, los más próximos entre sí del cristianismo y el islamismo. No soy miembro de ninguna de estas religiones (ni de otra), pero creo que al mundo en general le vendría bien. Ambas religiones tienen varias cosas en común: en primer lugar, sus respectivas personas más veneradas son perdedores: Jesús de Nazaret y Husáin ibn Alí compartieron martirio. Ambas tienen un clero numeroso y rígidamente organizado. Los chiitas se dividen en varios grupos y tendencias, por lo que comprenderían mejor las ramas del cristianismo. Ambas religiones dan origen a cofradías, en cuya actividad, lo sensible y sensorial tiene una gran importancia, como en las respectivas celebraciones de la Semana Santa y la Ashura.
Propondría como lugares alternativos y secuenciales de reunión a Granada y Shiraz. En la sede de nuestro califato, Córdoba, se están dando muestras de falta de ecumenismo en lo referente al uso de la catedral-mezquita. En Granada hay una vena sufí que habría que aprovechar. En Shiraz hay uvas y vino y habrá alguien que, aunque no lo beba, sería más comprensivo con los musulmanes del reino nazarí que sí lo hacían. Puedo quedarme tranquilo porque moriré antes de averiguar si esta propuesta es aceptada por ambas de las partes, o por alguna de ellas o ni siquiera si tales conversaciones se establecen seriamente. Yo ya he cumplido.