Spider Rock ± 10 min.

Mis inseguridades (congénitas/adquiridas) me impelen a planificarlo todo tanto como sea posible. Dada mi incapacidad para la improvisación y mi vértigo en los equilibrios inestables, soy incapaz de afrontar el mañana sin haber hecho todas las evaluaciones que pueda hacer de lo por venir. Y cuando lo desconocido abarca tiempo y espacio (el futuro + territorio no hollado) más aún. Por otro lado y dada mi condición de asalariado (hasta el año 2013), con un número limitado de días de vacaciones, la maximización del número de cosas a visitar se presenta como la opción económica y vitalmente más rentable. En sitios lejanos (caros y complicados de ir), lo que no visites en ese momento, es probable que no tengas otra oportunidad de volverlos a ver, considerando lo ancho que es el mundo.

Me consta que hay personas que adjetivarán este planteamiento con toda una panoplia de vocablos despectivos, de cuadriculado para arriba. Unos lo harán por fisiología y otros por ideología. El primer grupo, sencillamente, son incapaces por la misma razón que yo lo necesito: no les sale de dentro; no valen. Hubo unos años en los que no tuve ninguna de las compañías habituales para los viajes transoceánicos y tuve que tirarle a los tejos a unos y otros, porque viajar sólo es tremendamente aburrido y algo más peligroso. Hubo una persona, con la que me llevaba bastante bien (escribimos un artículo conjuntamente) que cuando le dije dónde pensaba ir (Centroamérica) le gustó, pero cuando le dije cuándo (pasados seis meses) se echó atrás.

Antes del COVID-19,  si no reservabas vuelo con meses de antelación, era imposible de conseguir en las fechas deseadas; el no planificar y buscar/aceptar los vuelos de última hora significaría ir de vacaciones donde quiera la compañía aérea y no donde quieras ir tú. Luego no se sabe qué pasará. Y no solo los vuelos: el crucero en torno a la Península Antártica tuvimos que posponerlo un año por haberlo solicitado con solo cuatro meses de antelación en el primer intento. El segundo grupo son los viajeros que desprecian a los que preferimos los viajes organizados o, mejor dicho, semi-organizados que más adelante explico.

En este caso, el exordio abulta más que la narración del episodio, lo cual puede haber sido un incordio. Perdón.

El día de autos (no identificado, a mediados de septiembre de 1989), teníamos previsto echarle una ojeada a Spider Rock, una fabulosa columna natural en el Cañón de Chelly, en lo que fuera territorio apache. Y precisamente a la caída de la tarde: solo entonces la luz entra por donde tiene que entrar y tiene el color y la intensidad conveniente para que las rojizas paredes del tajo luzcan con todo esplendor. Y, más que nada, para que la sombra proyectada por tamaño peñón tenga el mayor tamaño posible y la inclinación adecuada. Ese cañón tiene muchas cosas que ver y habíamos dedicado el día a hacer el White House Trail y sus increíbles ruinas de poblados en medio de las paredes. Es un ámbito tan fotogénico y el trayecto de vuelta se nos hizo tan cuesta arriba, que nos demoramos ¡casi media hora! con relación al programa previsto. Corriendo un poco más de lo debido hicimos los aproximadamente 20 km. de la South Rim Highway que hay entre los estacionamientos de ambos miradores y, corriendo también, hicimos los últimos 200 m. a pie, cuesta arriba.  ¡Y llegamos a tiempo!

Con la media hora de adelanto prevista en el programa, habríamos podido sacar otro tipo de fotos; incluso quedarnos extasiados sin hacer foto alguna (difícil). Pero ahora sé que hicimos lo correcto: en el mirador de Spider Rock cuando hay que estar es en este momento justo ± 10 minutos. La película fotográfica de aquellos tiempos (cuando Felipe González Márquez aún parecía ser de izquierdas) no tenía metadatos, por lo que no sabría decirles exactamente qué hora era. Pero llegar dos horas antes, con el sol más vertical, no produciría esta impresión y, además, habría que quitárselas a lo visitado anteriormente (sea lo que sea), que de seguro también tendría su interés. Yo que ustedes planificaría al minuto y si dicen, que dizan.

Un encore sobre la planificación de los viajes a escala horaria: si andan por las cercanías de Hiroshima y tienen previsto acercarse a ver el santuario de Itsukushima, consulten la tabla de mareas del día. La diferencia entre la imagen del torii con la base inundada y en seco es como del día a la noche:

El torii de Itsukushima con marea alta
(autor: Jordy Meow, vía Wikimedia Commons)

Parte del santuario y el torii, con marea baja

Y ahora, una propina: la hoja de ruta que usamos para el viaje al Brasil en 2007: