Las puertas del paraíso

Las puertas del paraíso
puso Dios en nuestra tierra
el que quiera ver la gloria
que vaya a la Cruz de Tejeda

       Copla grancanaria

En los viajes, como en todo en esta vida, hace falta suerte para que todo se desarrolle favorablemente; por mucho que te informes y planifiques antes, al final pasa lo que pasa (véase el relato Ayahuasca). Esto es cierto en lo referente a lo ocurrido poco antes o durante los viajes: accidentes, enfermedades, etc. Otro caso, en el que ninguna cosa que hagas puede cambiar nada, es cuando el imprevisto ocurre después del viaje. Y me dirán ¿cuál es el problema entonces? Pues ninguno, pero no por ello cabe dar gracias a Dios (o a Los Hados o a quien gusten) de que a ti no te pasase. Me estoy refiriendo a los viajes a sitios que, a posteriori, se ven como imposibles o lastimosamente no recomendables por su destrucción total o parcial. En este caso solo cabe congratularse con la buena suerte que tuviste y, si eres mala persona, con que otros no podrán ver lo que tú viste.

“Tanto va el cántaro a la fuente que acaba por romperse”; nosotros hemos ido a muchas fuentes durante muchos años y aunque edificios, ciudades y paisajes son (o parecen) menos fungibles que los cántaros, también se rompen a veces. Si tienes la suerte de haber disfrutado de ellos antes de que se rompieran, eso ya no hay quien te lo quite. Por ejemplo:

Torres gemelas del World Trade Center  (Nueva York, EE.UU.)
Fotografiadas en julio de 1997 y definitivamente destruidas por el ataque terrorista del 11 de septiembre del 2001

Las ruinas de la antigua ciudad de Bam, con su correspondiente alcazaba, se volvieron más ruinosas aún
tras el terremoto del 26 de diciembre del 2003.
Puede que lo reconstruyan en todo o en parte, pero ya no será lo mismo. Aquí, fotografiadas en abril del 2000.

Ruinas de la ciudad de Palmira, sometida a destrucciones puntuales voluntarias por el ISIS en el año 2014-2015.
Concretamente, el templo de Bel, recuadrado en esta vista general (tomada en abril del año 2001).
Lamentablemente, podría mostrarles otras tantas imágenes de destrucciones originadas por la guerra civil en Siria.

Tal vez esta fachada del casco histórico de Sanaa (fotografiada en 1987) ya no exista,
como otros edificios de la capital yemení que han resultado dañados o destruidos por los bombardeos de la aviación saudí en una guerra aún viva.

La olma de Pedraza, fallecida en una fecha indeterminada.
Fotografiada aquí en abril de 1974, sin hojas, pero aún viva.

Con esta foto de un elemento vegetal nos aproximamos al tema principal de esta entrada. Los edificios pueden restaurarse o reconstruirse,  o no reconstruirse por voluntad propia (como las torres neoyorquinas) o porque no hay presupuesto; pero es técnicamente posible. Los seres vivos o es imposible (como la añosa olma citada) o habrán de pasar décadas o siglos para que renazcan. Es el caso de los montes en torno a la Cruz de Tejeda, fotografiados aquí en 1993 y destruidos por un incendio en noviembre del 2017. El parador allí situado ardió como todo su entorno y ha vuelto a abrir un año después, pero ¿qué desalmado querrá alojarse allí en medio de tanta desolación?  Yo, desde luego, no podría; sólo con ver las imágenes en la televisión se me encogía el corazón. No soy partidario de la pena de muerte (fundamentalmente, porque no funciona) pero, si la hubiera o allá donde la haya, ningún mejor candidato que los culpables de lesa Naturaleza y lesa Cultura, como los pirómanos forestales y los talibán iconoclastas.

Pinares junto a la Cruz de Tejeda

El pino canario es el único que tiene la capacidad de rebrotar después de un incendio, por eso cabe la esperanza de que en 20 ó 30 años aquello tenga un aspecto parecido al de antes, aunque la diversidad ecológica de aquellas cumbres ya nunca será la misma. Tenían razón los canariones  al decir que allí estaban las puertas del paraíso: era la cumbre más bella y equilibrada de las islas, también en mi opinión.  No será mala idea que los turistas miren muchas de las bellezas que observen pensando que tal vez algún día desaparezcan. Carpe diem.