Genogeografía
La propensión a la geohistoria ya demostrada con las publicaciones, no podía dejar de estar presente en nuestra historia familiar. Por ello desde el primer momento, además de visitar todos y cada uno de los lugares citados en la documentación, me dediqué a confeccionar mapas de los lugares de origen y ambos a visitar todos los lugares donde teníamos raíces. Los antiguos, cuando decían “de donde vengo”, se referían a su linaje, a personas y familias; nosotros les presentamos de dónde venimos en el sentido más cabal: los sitios. Aquí les presentamos la cartografía y una muestra de fotos de lugares; estas suman en total 410. En el siguiente apartado están los diagramas migratorios: los geogenogramas.
Comenzando por las visiones generales, lo primero es el territorio español, de donde son casi la totalidad de nuestros antepasados. En el siguiente mapa peninsular se pueden ver las tres principales agrupaciones de municipios donde vivieron nuestros antepasados. Seguramente, teniendo unos conocimientos superiores de matemáticas y programación, podría haberse hecho una agrupación más científica con base en cantidades de personas por municipio (peso), relación con su superficie (densidad) y agrupándolos en función de muchas variables topológicas; pero nosotros lo hemos hecho a ojímetro (y no creo que los resultados fueran muy distintos). Se perciben con claridad las tres principales agrupaciones que constituyen los sectores que se grafían en el primer genogeograma. La Rioja está partida entre ambos por el mismo motivo que en su día decidió constituirse en comunidad autónoma: es un híbrido de Castilla, Vasconia y Aragón.
Dejando aparte los grises (indicadores de avatares pasados desconocidos) sólo hay cuatro manchas en negro fuera de esos sectores, perfectamente explicables y que en nada desvirtúan la sectorización global: Valencia y Cartagena fueron lugares de defunción de profesionales allí destinados: un médico castellano-aragonés y un marinero montañés respectivamente. La manchita en la raya de Portugal (a orillas del Miño) es el territorio de los antepasados de un gallego que subió a Castilla a principios del XVIII (a segar o a hacer teja, seguramente) y allí casó con una indígena. Y la malagueña (abajo del todo), el lugar de residencia y probable nacimiento de un teniente de Corregidor destinado a las Cuatro Villas de la Costa de la Mar, donde su hija casó y entroncó con nuestros montañeses. Madrid queda fuera por no ser territorio de origen sino de destino.
El mapa anterior lo he confeccionado sobre una base cartográfica con los municipios y provincias actuales (posteriores a 1951 los primeros y a 1833 las segundas) porque no tenía disponible ninguna del Antiguo Régimen. Pero las personas de nuestro árbol nacidas después de 1833 son solamente 34: una insignificancia con relación al total de más de 5.000. Por lo tanto, tuve que generar mapas de las divisiones territoriales durante el Antiguo Régimen que es cuando realmente ocurrieron las cosas; dado que esas divisiones variaron a lo largo de los siglos, tuve que escoger un momento dado y ese fue a mediados del XVIII, cuando la información sobre la organización administrativa es completa. Aun con esta salvedad, he tenido que crear 33 mapas; si hubiera tenido que pintar los de varios siglos habría sido el acabose.
En el siguiente mapa, también de ámbito peninsular, se matiza según la localización de los núcleos troncales, los ramales y las periferias. El hecho de que la actual Cantabria perteneciese por entonces a la provincia de Burgos le da más consistencia al mapa. La visión de conjunto muestra una cosa bien clara: con raras excepciones, eran todos castellanos, naturales de lo que, cuando yo estudiaba, se llamaban Castilla la Vieja y Castilla la Nueva. La actual Comunidad Autónoma de La Rioja era entonces castellana vieja y en el siglo XVIII ni siquiera existía, siendo parte de Burgos y parte de Soria. La mancha al suroeste de Aragón es la parte más castellanizada de este reino, donde existieron las Comunidades de Villa y Tierra como en la Extremadura castellano-leonesa y forma un todo junto a la Tierra de Molina, que cayó del lado de Castilla después de haber sido aragonesa. En cualquier caso, mesetarios. Todo el arco mediterráneo está en verde, debiéndose a los casos ya explicados anteriormente. Ni las fallas ni las ferias andaluzas me dicen nada; las Fiestas de San Juan de Soria también tienen hogueras y bailes, que son con los que me siento anímicamente enlazado.
Haciendo zoom, nos aproximaremos a la localización de los lugares de nuestros antepasados, en los territorios de por entonces. El empleo de divisiones más o menos coetáneas con las vidas de nuestros ancestros dan una imagen más real de lo ocurrido; por ejemplo: el hecho de que, en la división de Javier de Burgos, el antiguo Ducado de Medinaceli quedara dividido entre las provincias de Soria y Guadalajara estropea las estadísticas si se hacen de acuerdo con criterios presentistas. Tras las referencias a un par de lugares, va un ejemplo de los mapas provinciales que hemos confeccionado; en él se ve claramente que el mogollón está en las Tierras de Almazán y Medinaceli: gentes del alto llano numantino, en la divisoria entre Duero y Ebro.
Casco urbano y alrededores de Alcubilla de las Peñas y Aguaviva de la Vega
Ambas pertenecientes en tiempos al Ducado de Medinaceli y hoy a la provincia de Soria. La primera situada en la cuenca del Duero y la segunda a la del Ebro, pero eso es irrelevante: el mismo paisaje.
Para estos sitios también cantó Labordeta aquello de «polvo, niebla, viento y sol y donde hay agua una huerta»
Otro poeta anterior, Machado, dijo que Soria era una “barbacana hacia Aragón en castellana tierra”; fijándonos en el mapa, puede que sí, pero desde varios aspectos, la lectura inversa también es cierta.
La visión machadiana de su patria de adopción soriana pivota en torno a la ciudad en la que residió y recibió “la flecha que le asignó Cupido”: Soria. Las ruinas de Numancia están a unos 6 kilómetros de dicha ciudad y las visitaría más de una vez; además, en la psique española (al menos en la castellana) la heroica e inútil resistencia de esta ciudad celtíbera al imperialismo romano dejó muy profunda huella. Es normal que se la cite como cabeza espiritual de la Celtiberia y de sus herederos, los mesetarios sorianos, pero no fue la única ciudad en el alto llano. Me he referido al“alto llano numantino” para pillar el rebufo machadiano, pero sería más propio hablar en mi caso del “alto llano seguntino”: la capital anímica del territorio en el que vivió lo más frondoso de mi línea troncal fue Segontia; a su antigua diócesis (hasta 1955) pertenecían tanto la Tierra de Almazán como el Ducado de Medinaceli. Como, lamentablemente, la línea troncal de varón (la de mi apellido) se corta bien temprano (ver el apartado Las personas) tuvimos que hacer una estimación sobre los posibles orígenes; esto no sirve a nivel genealógico, porque no se pueden averiguar nombres ni establecer linajes, pero sí a nivel de historia familiar. Igualmente, la psicosociología ha de recurrir a las estadísticas cuando no puede (o no quiere) identificar individuos concretos y no por ello deja de ser científicamente válida. El mejor medio para conocer la dispersión de un apellido a mediados-finales del siglo XVIII (y enlazar así, con los libros sacramentales que empiezan en estos sitios a principios del XIX) son, sin duda, los Libros del Personal Seglar del Catastro de Ensenada. Así conseguimos un fotograma de la película de las familias pobladoras en la zona [Para que conste: el grueso del trabajo ya lo había hecho el por entonces director del Archivo Histórico Provincial de Soria , Carlos Álvarez García; en su “Informe de propietarios” están basadas estas conclusiones]. Este es el resultado cartografiado:
Distribución geográfica del apellido “Bartolomé” en el entorno de Jodra de Cardos en 1752
(Fuente: elaboración propia)
La búsqueda de los orígenes, el viaje hasta las más lejanas fuentes nos llevó, así mismo, aguas arriba. Se puede plantear, sin duda razonablemente, que el epicentro de nuestros Bartolomés no era Jodra (el paradero más antiguo documentado) sino la vecina Pinilla del Olmo. Pero de poco nos sirvió, porque si los libros sacramentales más antiguos conservados de la primera aldea comienzan en 1815, los de la segunda no lo hacen hasta 1852. Que sea así no es extraño: Pinilla es y era aún más pobre y pequeña que Jodra (11 vecinos censados en la primera en 2010 por 23 en la segunda, que en invierno no vivirán allí ni la mitad). En ese territorio la subsistencia (el mero resguardo climático) se basaba en las veguillas de los arroyos que drenan el altiplano, en el caso de Jodra el Torete y en el de Pinilla el arroyo homónimo, exiguo afluente del primero. Y vayamos con las alturas de nuestro alto llano: Jodra = 1.044 m.s.n.m.; Pinilla = 1.130; cuanto más alto, peor. Comparación con los del alto llano numantino s.s.: Numancia = 1.077; Soria = 1.064 (la Plaza Mayor) y 1.112 (el castillo). La palma (del martirio, añadiría) se la lleva Baraona (antes “Barahona”), con sus 1.137 en el cerrillo. Treinta ocho de nuestros antepasados vivieron en esta localidad entre c. 1509 y 1760. Con justicia los geógrafos llaman a ese fragmento del altiplano los Altos de Barahona; curioso tramo de la divisoria de aguas (nada de cumbres montañosas) entre las cuencas del Duero y el Tajo (no muy lejos de la del Ebro): pura Celtiberia.
Barahona: duro páramo, puro cielo; pura meseta.
Durante el Antiguo Régimen, las divisiones eclesiásticas estaban mucho más presentes que ahora y era conveniente reflejarlas, no solo por este hecho, sino porque reflejaban una situación mucho más antigua. La Iglesia Católica, tremendamente inercial y retardataria, mantenía durante la Edad Moderna muchas de las características medievales, incluidas las demarcaciones territoriales. El Rey, por su parte, al conceder (léase vender) señoríos, influía en grado sumo en las divisiones administrativas, distorsionando el escenario anterior. De ahí el abigarrado y abstruso mosaico que obligó a racionalizar las delimitaciones desde los primeros años del siglo XIX (empezando por el reinado de José I )
Cascos urbanos y alrededores de La Yunta y Torresuso
La antigua sede episcopal de Segontia mantuvo su jurisdicción en una buena parte de la Celtiberia meridional: desde Guadalajara, en la misma raya de Aragón (La Yunta) hasta la provincia de Soria (Torresuso). Como todas las tierras altas de la Meseta, muy venidas a menos. El obispado se llama hoy de Sigüenza-Guadalajara, por el tirón político y demográfico de la capital provincial
El último nivel de expresión (el de menor escala) se ha dejado exclusivamente para los territorios con gran número de poblaciones implicadas y muy próximas entre sí, de modo que a la escala del mapa provincial o de obispado se habrían empastado. La localización de cada uno de estos detalles puede verse en el mapa provincial correspondiente.
Valle de Liendo y Monasterio de Monte Hano
La Castilla de peñas al mar abarcaba desde la cordillera hasta las marismas cantábricas. Muchos campesinos al borde del Cantábrico (al igual que hasta allí llegan las encinas) y mucha gente de mar: el contrapeso del secano mesetario.
Si me da tiempo y tengo salud aparecerán aquí estudios monográficos que intentarán responder a estas y otras preguntas:
- ¿Cuánto viajaba la gente para casarse? ¿Se movían más los novios o las novias? ¿Varían estas cifras con el tiempo y el lugar?
- ¿Cambia la cota del lugar de nacimiento con el tiempo? Los emigrantes ¿suben o bajan?
- ¿Cómo se distribuyeron nuestros antepasados por cuencas hidrográficas?
Si les ha gustado y/o interesado la muestra, pueden descargar la colección completa de mapas. Las fotos las estoy subiendo a mi página de Wikimedia Commons. Poco a poco hila el viejo el copo.
Una breve pincelada, ahora, sobre la relación entre geografía y onomástica: la de los apellidos toponímicos. Revela, en última instancia, de donde proviene un linaje aunque no se sepa en qué momento se generó y, en algunos casos, cuál sea con certeza ese lugar. Hay sitios donde este método de apellidar resultaba incluso mayoritario, como es el Valle de Liendo (véanse las bolitas verdes en los geogenogramas). En el transcurso de nuestra investigación hemos aplicado una regla un tanto burda sobre el tema, pero les sugiero que tomen nota si no habían caído en ello: en Castilla, o un apellido acaba en “z” (es un antroponímico) o se entiende o ha de ser un lugar. Las excepciones son tan clamorosas que la invalidan como regla: GARCÍA, el apellido más frecuente en España es patronímico y no acaba en “z” por la dificultad fonética de pronunciar “Garciae” el genitivo de GARCÍA, nombre vasco (como OCHOA) que no tiene el final latinizado “-us” (como, por ejemplo: FERDINANDUS > FERNANDO > FERNÁNDEZ). Además, hay apellidos que acaban en “z” y no son patronímicos, como SAZ que, además de ser una variante rara de SANZ, puede derivar de *salz <salix, -icis (los sauces). Lo de se “se entiende” depende de la cultura general o de las ganas de profundizar; mucha gente tendría dificultad para reconocer detrás del apellido PANOJO la raíz panīcium, de donde viene el castellano panizo (el mijo panificable) y también sus panochas (antes de que llegase el maíz); probablemente aluda a un color de pelo rubio/pelirrojo; además sobre la etimología siempre puede haber opiniones. Finalmente, puede haber dobles interpretaciones: es el caso del apellido QUERENCIA que se entiende en castellano pero, en nuestro caso concreto, se refiere a un despoblado en término de San Martín de Pusa.
En esta línea llegamos a rizar el rizo en alguna de nuestras propuestas, arriesgando mucho en las hipótesis; es el caso de una enigmática montañesa de origen desconocido: CATALINA LIBEN DEL CASTRO (LYBEN en algunos documentos) [Sosa 24161, 15ª generación; nacida c.1577 en Santander, residente en Laredo en 1597–1613 y fallecida no sabemos dónde]. Era hija de JUAN DE LIBEN y CATALINA; su hermano JUAN era hidalgo en 1584 y miembro de la Cofradía de San Martín de dicha villa en 1598. Esto nos plantea una doble duda: por un lado, el apellido es claramente no castellano; aparte de ellos no hemos encontrado nadie más que lo llevase en aquellos tiempos. Por otro lado, los montañeses no le concedían/reconocían así como así la hidalguía a nadie que no fuera de la tierra, máxime si era extranjero (aunque su madre no lo fuera, pues era del linaje de los DEL CASTRO de Cudón). Dejando, como siempre, un razonable nivel de duda en el aire, nos lanzamos al ciberespacio en busca del posible origen del apellido y, bajo la razonable hipótesis de que se trataba de un topónimo, hallamos un caserío hoy nombrado Libenne (Libines / Libinne en el Siglo XVI; Libèn en valón) en Saint-Gérard (Bélgica). El apellido está atestiguado en Valonia con la variante “Liben” en los siglos XVII-XVIII [fuente] y en Geneanet, el portal hegemónico en la zona, el apellido comienza a detectarse precisamente en Namur en 1660. La hipótesis, dadas las relaciones de Castilla con los Países Bajos Españoles en aquella época, parecía razonable y la mantenemos, mientras no se encuentre otra mejor.
Ferme de Libenne
Arriba: Representación de la granja en los Albums de Croÿ, T. XV, Comté de Namur II, pág. 146 y una foto de los años 60 del siglo pasado
(cortesía ambas de Christian Dubucq, erudito local)
Abajo: Aspecto en 2014 (foto del autor)